De manera elegante Vladimir Cerrón botó a Pedro Castillo de Perú Libre. Pero este incidente que pareciera un acto de fuerza del cerronismo en realidad es un signo de debilidad política.
El comunicado de Perú Libre acusa a Castillo de romper la unidad del partido, fracturar la bancada congresal inscribiendo otras dos bancadas paralelas y que la política del gobierno no cumple con lo prometido en la campaña electoral. Veamos.
1. Primero, Perú Libre nunca fue un partido realmente democrático y cumplidor de las normas electorales. Por el contrario, es solo un grupo de gente encaramado en la cúpula y que aprovechando de tener inscripción electoral participó en las pasadas elecciones generales reclutando cualquier clase de gente a nivel nacional. Incluso, el mismo Castillo nunca fue militante de PL, sino un ajeno incorporado a último momento para candidatear a la presidencia en vista que Cerrón estaba imposibilitado de ser candidato por tener una sentencia por corrupción.
2. Segundo, el rompimiento de la bancada congresal de PL era inevitable por su naturaleza política variopinta, pues la conformaban cerronistas, castillistas e invitados que tenían diferentes apreciaciones políticas, según los dictados del caudillo y muchas de ellas cargadas de oportunismos.
3. Tercero, Perú Libre nunca tuvo un plan de gobierno coherente y menos un proyecto nacional de izquierda. Lo que tuvo fue un documento, aparentemente doctrinario, elaborado por Cerrón con un hálito trasnochado, sesentero y ajeno al tren político de hoy. A ello se suma también la carencia de cuadros técnicos capaces de afrontar políticas nacionales.
Entonces, por qué, realmente, Cerrón bota a Castillo.
1. Porque Castillo decide prescindir de la gente de Cerrón por el fracaso en el manejo de los ministerios que Castillo le entregó a Perú Libre, debido a la ineptitud técnica de los ministros y funcionarios, actos de corrupción y por haber convertido a los ministerios en agencias de empleo para la gente de PL.
2. Porque Cerrón busca replegar políticamente a su partido a fin de lavarle cara. El hecho de ya no tener injerencia en el Poder Ejecutivo le quita protagonismo político. Con una bancada parlamentaria que se ha quedado con apenas 16 congresistas sin gran capacidad decisoria con sus votos en la interna del Congreso. Y por el inminente descalabro en los comicios regionales y municipales de octubre, que liquidará política y electoralmente a PL. Son hechos reales que, seguramente, tiene muy preocupados a la cúpula perulibrista.
Finalmente, por el lado de Castillo solo le queda seguir administrando de tumbo en tumbo la crisis económica del país, sin ningún norte político y manteniendo las estructuras económicas neoliberales.
Podría sí, tras liberarse de las amarras cerronista, rodearse de mejores tecnócratas liberales para manejar la crisis, siempre en cuando aprenda a despojarse de su chatura y miopía política. Además, tendrá que seguir enfrentando las investigaciones que se le han abierto por presuntos actos de corrupción los cuales podrían acarrearle consecuencias imprevisibles en el futuro.