Iniciamos el 2022 con la incertidumbre y desgaste emocional que esta pandemia trae consigo, pues aún el futuro de nuestras formas de vida, la interacción con las y los demás y la diversificación de las actividades están en esos cambios constantes, donde la nueva normalidad no es estática, sino que fluye conforme lo hace el impacto del virus en nuestras realidades.
Estos casi dos años de pandemia en nuestro país ha traído consigo hechos trágicos, de violencia de género hacia las niñas, adolescentes y mujeres de nuestro país. Ello se ha agravado por el confinamiento que las ha obligado a convivir permanente con sus agresores, y también por la violencia estructural de la sociedad neoliberal que fomenta las brechas de género en materia de desarrollo humano, laborales y en otras formas de expresión de crueldad, en las cuales ellas son las más afectadas, en contra de sus dignidades y sus propias existencias.
Sin una visión de género en la lucha contra la pandemia, la situación de las mujeres peruanas no cambiará mucho. Precisamente esa falta de mirada integral de la crisis la que ha conllevado a que en el 2021 el Perú sea uno de los países con más feminicidios y secuestros contra las mujeres. De acuerdo con el Índice Ley y Orden (GLO) de Gallup 2019, nuestro país es parte de los 10 más inseguros del mundo.
“Finalmente -la acción más compleja-, asumir la consigna de cuestionar y cuestionarnos la sociedad patriarcal de la cual somos parte y cómo podemos mejorar como seres humanos rompiendo el círculo de la violencia naturalizada”
En el 2021 se han registrado 147 feminicidios y 5000 casos de mujeres desaparecidas, una cifra alarmante que muestra la crueldad existente. Son víctimas de trata, explotadas para el comercio sexual o laboral informal, son ultrajadas y en muchos casos asesinadas sin rastro alguno del crimen. El Centro de Emergencia Mujer registró más de 150 mil pedidos de auxilio ante casos de violencia. Estas cifras son aquellas que quedan en registro, pero bien sabemos que no necesariamente son las cifras reales que reflejan la realidad de las mujeres víctimas de violencia en el Perú.
En este 2022 la realidad no cambiará repentinamente, pero importa asumir un nuevo pacto social, por ende, desde nuestra posición de la sociedad civil tenemos distintos frentes de acción para plasmar la labor ciudadana activa y no pasiva e indiferente.
Necesitamos ser vigilantes de aquellas propuestas gubernamentales y proyectos de los poderes del Estado para la lucha contra la violencia, con el compromiso de informarnos permanentemente, promover su cumplimiento y también reconocer los logros. Asimismo, debemos continuar en la acción de interpelar a las autoridades para que cumplan con su trabajo con la debida empatía y calidad de atención a las víctimas, actuando en conjunto cuando existan malos elementos en la acción tutelar del Estado y revictimicen a las mujeres.
Finalmente -la acción más compleja-, asumir la consigna de cuestionar y cuestionarnos la sociedad patriarcal de la cual somos parte y cómo podemos mejorar como seres humanos rompiendo el círculo de la violencia naturalizada.
Dejar de burlarte de las mujeres que promovemos acciones de cambio social es un buen paso, dejar de minimizar a las mujeres valientes que rompen el silencio y denuncian a sus agresores también lo es, cuestionar a tus congéneres de aquellas conductas violentas hacia las mujeres es mucho más valioso que pretender enseñarles cómo luchar y así puedes instar a más acciones desde la cotidianidad.
Lo personal es político decía Kate Millet, y por ello seguiremos creando los espacios de deconstrucción del machismo desde todas las trincheras, como lo es también desde este medio de prensa que comprende que los espacios comunicacionales que trascienden son aquellos que se involucran en germinar más humanidad en nuestra sociedad.