La guerra como expresión del patriarcado

La violencia patriarcal, evidente en conflictos como los de Israel y respuestas de líderes como Trump, perpetúa el dominio. Urgen pactos sociales que prioricen la razón y una convivencia sin opresión.
La guerra, expresión del patriarcado
Amire Ortiz
Amire Ortiz
amire.ortiz.arica@gmail.com
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Atravesamos en Perú una profunda crisis democrática marcada por la ingobernabilidad, el ejercicio ilegítimo del poder, un debilitamiento de las instituciones del Estado y el auge de la cleptocracia. Tampoco podemos desconocer el contexto social y geopolítico global que amplía la preocupación sobre el futuro sostenible de la propia humanidad.

Israel ha fortalecido su ataque genocida despiadado contra el pueblo palestino que inició desde la ilegal ocupación de su territorio en 1948, y ha implementado en los últimos años políticas de exterminio que vulnera de forma sistemática derechos humanos y arrebata vidas, incluso de niños y niñas de manera masiva. Atacó a Irán y con ello da cabida a tensiones en las relaciones entre Estados.

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La respuesta de Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, y otros jefes de Estado, pone en evidencia esto que merece una reflexión: ¿cómo se enfrentan las controversias sociales y políticas en una estructura patriarcal?

El patriarcado en la historia de la civilización nace en la división sexual del trabajo fundamentado en las diferencias biológicas y se consideró a partir de ello la dinámica de convivencia, partiendo de la construcción de la familia, que incorpora la condición de dominio masculino sobre las mujeres, a quienes marginó en la formación del sistema social. Bajo esa misma estructura fue diseñada la esfera pública, las instituciones y el gobierno, es decir, la sociopolítica y los Estados. De ahí deriva también el diseño de los modelos económicos.

 

“La socialización de este modelo social patriarcal enseña a hacer de la violencia un mecanismo de resolución de conflictos, los hombres resuelven sus diferencias con agresión”

 

A partir de este diseño social, la violencia se instaura como un mecanismo de ordenamiento del sistema patriarcal. Se configura como un adoctrinamiento socializador; que, si bien somete a las mujeres, aunado a otros factores, también genera una pugna entre los pares hombres, a nivel individual y desde el espacio social. La óptica patriarcal construye y mantiene las diferencias entre hombres y mujeres, de manera jerárquica, y mantiene y agudiza otras formas de dominación.

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La conquista de los territorios se ha realizado con un amplio componente de violencia patriarcal, sometiendo los cuerpos y tratando de manera jerárquica a otras personas en razón de raza o clase. Esto es, precisamente, lo que vemos en la actualidad en la acción de Israel: ejerce violencia de manera gozosa para conquistar el poder, respaldado por otros Estados con poder global y con amplio historial colonizador. Las reacciones de los jefes de Estado, como las de Trump, con el bombardeo de hace unos días, es un claro ejemplo de cómo los hombres resuelven las situaciones de controversia, incluso donde no han sido llamados.

 

“El desarrollo humano no se sustenta en el mejor equipamiento de armamentos y fortalecimiento de bases militares. El real desarrollo humano apunta a forjar nuevos pactos sociales”

 

La socialización de este modelo social patriarcal enseña a hacer de la violencia un mecanismo de resolución de conflictos, los hombres resuelven sus diferencias con agresión, con actos que definan su posicionamiento y ejercicio de poder; demostrar “quien manda”. No se les enseña otras formas de concertación, acuerdos de propiedad colectiva, igualdad entre. Forja una competitividad permanente del dominio masculino, incluso entre ellos mismos.

Evidentemente, elevar estas conductas a quienes tienen el poder político sobre sus naciones impacta perjudicialmente las relaciones humanitarias, y es que, lo mismo que vemos en dos hombres que se retan a golpes después de una fiesta o un partido de fútbol, lo vemos ahora, con sujetos que representan a países, que a su vez involucran millones de vidas y aspiraciones de desarrollo. La gestión de la ira asociada a los mandatos sociales patriarcales hace que “un golpe” se convierta en misiles y destrucción, que puede llevarnos a conflictos bélicos mundiales.

El desarrollo humano no se sustenta en el mejor equipamiento de armamentos y fortalecimiento de bases militares. El real desarrollo humano apunta a forjar nuevos pactos sociales que comprendan que la violencia es la manera más salvaje e inhumana de resolver controversias. La razón debe prevalecer en la mira de que comprendamos que es posible convivir sin oprimir ni burlar vidas y dignidades colectivas.