Gahela Tseneg Cari Contreras, la activista transexual de 30 años, hija de campesinos y defensora de los derechos de las personas trans, pudo haberse convertido el 23 de marzo último en la primera congresista trans del Perú. Pero los votos del fujimorismo y la abstención de algunos miembros de las bancadas conservadoras de Renovación Popular y Avanza País, evitaron la suspensión del legislador y exministro Roberto Sánchez, de quien ella es accesitaria.
Sus dos nombres, Gahela Tseneg, relata en este diálogo, los construyó con la ayuda de un huancaíno y son el resumen de su identidad, lo que ella es.
¿Por qué no te han permitido ser la primera congresista trans?
Creo que hay distintos motivos; un sector [de congresistas] evidentemente se ha dejado llevar por la transfobia y tiene muchísimo miedo de que una persona trans ingrese al Congreso e irrumpa, dentro de ese Congreso transfóbico, machista, de espaldas a la ciudadanía, que nunca se ha preocupado por resolver los principales problemas del país y se aferran a sus puestos para mantener sus privilegios. Y otro grupo que tiene muchísimo miedo y terror de que alguien como yo, vinculada a los movimientos sociales, ingrese, porque resquebraja la estructura cómoda en la que se encuentran. Ellos son responsables de los más de 60 asesinatos.
¿Tenías ganas de entrar al Congreso?
Tengo ganas de luchar con mi pueblo, de seguir construyendo un proyecto político que pueda resolver los principales problemas del país. Por eso milito en el Nuevo Perú.
La lucha política también puede trasladarse al Congreso…
Por supuesto. No me corro. Voy estar donde mi partido me ponga, donde me manden las organizaciones sociales, a donde las luchas me lleven.
¿Qué hubieras hecho de ingresar el Congreso; cuál habría sido tu primera iniciativa legislativa?
Lo primero; decirles en su cara pelada a estos congresistas que son unos cómplices de esta masacre y que necesitan retirarse. Ellos son los que atentan contra la democracia, contra la institucionalidad.
¿Y en iniciativa legislativa?
Lo principal está relacionado a la protección del derecho a la protesta, porque nadie merece ser asesinado por ejercer ese derecho. Y en paralelo una serie iniciativas legislativas, pero nada sin trasladar las voces de quienes hoy se movilizan contra este gobierno asesino, de quienes luchan por los derechos de las mujeres, de la población LGTBI, de los trabajadores, los agricultores, de la tierra; que son luchas que encarno. No estoy en Lima para conseguir un marido, un iPhone o un buen trabajo. Estoy para cumplir con mandatos de mi comunidad campesina.
¿De dónde es Gahela?
He crecido en Bernales. Es un centro poblado que se dedica a la agricultura; una comunidad campesina que cultiva algodón, maíz, choclo, papa.
¿Dónde queda Bernales?
En el sur del Perú, en el distrito de Umay, provincia de Pisco, departamento de Ica. He crecido ahí, pero mis raíces son ayacuchanas y puneñas. Mi padre es puneño. Mi madre ayacuchana. Como buena sureña me he educado con mucho esfuerzo, no he nacido en cuna de oro; nada ha sido fácil; aunque no es justo que algunos pocos accedamos a educación, salud o a derechos. Necesitamos una sociedad que garantice derechos a todas las personas.
Hace poco, una activista LGTBI de Huancayo, Bélgica Ledesma, obtuvo su DNI con su nuevo nombre. ¿No has hecho ese trámite?
Todavía. Por una cuestión de compromiso político quiero seguir intentando por una ley que le brinde un DNI a todas las personas trans, que refleje su identidad. Es válido y saludo la lucha de Bélgica, de Diversidad Wanka y los aliados. Sin embargo, es necesario que todas las personas trans tengamos un DNI que reconozca no solamente nuestros nombres, sino también nuestra identidad de género. Y que garantice el goce pleno de nuestros derechos. Hay una alta cantidad de personas trans que no terminan sus estudios básicos porque somos echadas de nuestras casas, sufrimos de bullying homofóbico, lesmofóbico, transfóbico en las escuelas. Si no recurrimos al suicidio terminamos abandonando las escuelas.
¿En tu caso, cómo has vivido esa discriminación?
Ha sido muy doloroso atravesar las aulas universitarias. Es un centro de aprendizaje para la mayoría; para mí era como un calvario, una cárcel, a pesar de que siempre he sido estudiosa. Siempre he soñado con estudiar, porque mis padres, con lo poquito que tenían al ser agricultores, siempre me han inculcado ver en la educación la llave [para el progreso]. He recibido mucha violencia, a mí me han quemado…
¿Cómo así?
A mí me quemaron en la escuela… tengo cicatrices. Tengo múltiples… [Gahela señala, a la altura de su cadera, el lugar de las cicatrices].
En la escuela, dices…
Es curioso, porque mientras estaba en inicial jugaba con todos los niños y nadie me botaba, nadie me hacía a un lado. Pero conforme esos niños crecían iban rechazándome. Rápidamente me di cuenta que era por influencia de los adultos, quienes decían ‘no te juntes con fulanito, no camines con menganito porque camina así, porque se ríe asá’. Para mí la niñez y la adolescencia han sido etapas muy duras. Recién pude reconocerme casi al final de mi adolescencia como una persona diversa…
¿De qué edad estamos hablando?
De los 13 o 14 años, cuando decía, ‘diosito por favor quiero que me gusten las mujeres, no quiero que me gusten los hombres, los vestidos, el cabello largo’, pero nunca dejó de gustarme el cabello largo; de existir mi feminidad, la que nace de las entrañas y tiene que ver con mi identidad de género. Esa feminidad fue fortaleciéndose con el paso de los años. Ya en la universidad pude decir sin miedo que soy una persona trans.
¿En qué universidad estudiaste?
En la universidad nacional San Luis Gonzaga de Ica. Estudié Derecho y Ciencias Políticas. Y administración de Empresas en el Instituto Superior Tecnológico Público “Catalina Buendía de Pecho”. Estudiaba, trabajaba y hacía política. [Gahela evita llorar]
Noto que hablar de tu vida universitaria te toca mucho
Muchísimo. Toca muchas fibras de mi vida. Es un capítulo muy doloroso, fuerte. La primera vez que me detuvieron fue cuando luchaba por los derechos de los universitarios. Me marcó el estigma y el terruqueo. Por primera vez era terruqueada. Cuando iba a hacer labor social a los albergues, a los centros de adultos mayores nadie me terruqueaba. Pero cuando chocaba con la estructura del poder económico, ahí me detuvieron, me golpearon, me reventaron el ojo, me partieron… fue muy doloroso. Al mismo tiempo, un momento de reafirmación.
¿Cómo decidiste entrar a la política?
Hay dos cuestiones concretas que me animan entrar a la política institucional o partidaria. Primero, el intento de cierre del comedor universitario, que alimenta sobre todo a estudiantes provincianos. Emprendí una lucha para protegerlo porque cerrarlo hubiera significado el ocaso de la vida universitaria en muchos estudiantes. Otro hecho fue escuchar a Verónica Mendoza renunciar al Partido Nacionalista y ponerse al costado de los campesinos de Espinar. Soy fundadora de Nuevo Perú…
¿Qué piensas cuando encuentras que exaliados de Nuevo Perú proclaman ideas contrarias a la igualdad de género, como [Vladimir] Cerrón y otros?
Yo he expresado mi crítica contra todas las posturas homofóbicas, legofóbicas, transfóbicas y machistas vengan de donde vengan, así sea de líderes de derecha o de izquierda. No creo en el centro; para mí el centro es la negación de la izquierda y es como una derecha avergonzada. Jamás he bajado mis críticas. Sé que no podemos hacer política desde las burbujas; tenemos que hacer pedagogía para generar reflexión y que nos permita revertir los sentidos comunes.
Hay gente que [quizá] nunca va cambiar…
No estoy segura. Estoy más bien convencida de que todos cambiamos. Te diré algo que políticamente podría ser incorrecto: cuando estaba en el colegio estaba en contra del aborto, de la prostitución, del consumo de marihuana. ¿Y sabes por qué? Porque en la escuela me educaron para eso, me pusieron prejuicios con los que la gente adulta va generando estereotipos. El feminismo me ha ayudado a reevaluar absolutamente todo. Te conté que mi familia me votó de casa.
¿Cuándo fue?
Fue cuando comencé a transicionar, en los últimos años de mi vida universitaria. Me dolió muchísimo. Pero con el feminismo empecé a mirar la labor de una mamá de otra manera y me ayudó a reconciliarme con mi mamá, a entender el peso que tenía ella, a revaluar mi relación con la tierra, con mis padres agricultores, con los estudiantes.
¿Desde cuándo te identificas como Gahela?
Alrededor de 7 años. Ha sido gracias a un huancaíno. Además de Bélgica, conozco a distintos luchadores, como a Santiago Balvín, un compañero transmasculino, no binario, que conocí en una escuela de formacón. Él me ayudó a descubrir mi nombre. Yo ya me dejaba crecer el cabello, usaba prendas femeninas pero no me había detenido a pensar en un nombre y con él construí Gahela, con voces quechuas y aymaras; y también mi segundo nombre: Tseneg, que tiene que ver con trans, travesti, serrana y negra. Es como una síntesis de quién soy.
¿Cuál fue el liderazgo de tu madre en el mundo andino?
Ella, Jacinta Contreras Sulca, es dirigente campesina. Al inicio no entendía cuando me llevaban a las protestas, pero conforme fui creciendo tomé conciencia de lo difícil que había sido para ella hacerse un espacio en un movimiento campesino dominado por hombres. Tengo un recuerdo: cuando pidió la palabra en medio de un debate para decidir una protesta, ella levanta la mano para opinar, pero le dicen ‘con quién ha venido esa mujer, dónde está su esposo, que le dé permiso’. Yo tendría siete años. No le dieron la palara hasta que mi papá le autorizó.
¿Tu padre, cómo se llama?
Guillermo Cari Mamani. Es una leyenda viviente. Ha sido dirigente campesino, presidente de la Cooperativa Fortaleza, ha hecho mucho esfuerzo para llevar un puesto de salud a Bernales. Ha sido uno de los que más ha luchado para que Bernal tenga colegio. Allí solo se estudiaba hasta primer año y los hijos de agricultores no tenían la posibilidad de estudiar primaria y secundaria.