Óscar Gilbonio Navarro estuvo preso 13 años en el penal de Miguel Castro Castro, en Lima. Estudiaba el sexto semestre de Ingeniería de Sistemas en la Universidad Nacional de Ingeniería cuando decidió militar en Sendero Luminoso en 1988. Tenía 21 años.
El escritor cuenta que cayó preso en tres ocasiones: La primera vez cuando asistió a una reunión de artistas en el Campo de Marte en 1988. Fue liberado a los pocos días. La segunda vez estuvo detenido nueve meses por realizar una pinta en el Rímac. Y la tercera cumplió condena de trece años por una frustrada emboscada a un camión del Ejército en Carabayllo, en 1992.
Óscar Gilvonio se considera sobreviviente de la masacre en el penal Miguel Castro Castro, que, en intervención policial del 6 al 9 de mayo de 1992, dejó 42 prisioneros muertos:
“Me encontraba en el pabellón de mujeres cuando ocurrió el operativo “Mudanza” de mayo 92. Corría el rumor que ocurriría algo represivo y nos preparábamos. Fueron cuatro días de resistencia hasta que las paredes de acceso al pabellón se vinieron abajo por los bombardeos. Los sobrevivientes salimos bordeando los cadáveres de los dirigentes ejecutados por francotiradores. Luego, algunos de quienes estuvimos tendidos en la “Tierra de Nadie” del penal Castro Castro, fuimos identificados, separados. Los dirigentes fueron llevados a la cocina para ser asesinados. Yo no era un dirigente o mando reconocido. Creo que por eso me salvé. Y estaba herido en la frente”, narra.
En los años de su prisión falleció su esposa dejando a su hija recién nacida. Cuenta que su cuñada se hizo cargo de la bebé hasta que salió en libertad y buscó recuperar los años lejos de su hija.
Gilbonio Navarro cuenta que ocupó el pabellón 4B del penal Castro Castro:
“Durante los tiempos más difíciles se nos prohibía la lectura, el uso del papel y el lapicero, y solo teníamos acceso a leer la biblia. La intervención del Comité Internacional de la Cruz Roja en 1994 mejoró estas condiciones pues nos donaron libros y se organizó mucho mejor la biblioteca del penal. Le estamos siempre agradecidos porque con estas lecturas nos fuimos formando”.
Estando en prisión publicó su primer libro “El mundo está cambiando” (1998). Con sus camaradas aficionados a la escritura, formó la Asociación Cultural Ave Fénix que le permitía comunicarse con escritores que les proveían libros y promovían encuentros con escritores en el penal. Recuerda la participación de Óscar Colchado y Rodolfo Ybarra.
“Fueron tiempos muy duros para la organización. En la detención las torturas con gran crueldad. Luego los juicios abusivos. Ya en prisión, los abusos y aislamiento, la privación de muchos derechos para los presos políticos, pero nuestra firme posición en lo que creemos y seguros de alcanzar justicia para el oprimido pueblo por el camino elegido, nos daba la fortaleza de seguir y no doblegarnos”, relata.
Le pregunto por qué ingresó a Sendero Luminoso y dice que en su adolescencia leyó a Javier Heraud y los versos de José Valdivia Domínguez “Jovaldo”, admirándolos como consecuentes guerrilleros.
“Miraba, cuestionaba, analizaba la realidad de mi barrio, de Lima, del país colmada de injusticias, miseria y pobreza. En el estado de la situación creí que no cabía otra solución para el país sino la lucha armada, que se había pregonado por diversas organizaciones desde tiempo atrás. De modo que conocí primero al MRTA, me pareció que primaban posiciones de pequeña burguesía y procubanas. Yo deseaba algo de carácter más propio, nacional como lo había pregonado Mariátegui. Este había sido reivindicado en los 70 en diversas publicaciones de SL y creí por ello que se acercaba más a mi ideal de organización política”.
Gilbonio Navarro enfatiza que fue firme su decisión de pertenecer a Sendero Luminoso como es firme en sus autocríticas a la organización y a sí mismo.
“Ello me ha costado ser amenazado, marginado, separado, pero si se desea avanzar y ser consecuente con los ideales, no podemos asumir que todo fue perfecto y que todos fueron consecuentes al interior de la organización”.
El 2005 fue liberado tras cumplir su condena. Retomó su carrera universitaria. Se siente agradecido con los profesores que aún enseñaban y le tendieron la mano, con sus familiares, con sus amistades que acompañaron sus años en cautiverio. Ya libre con más fuerza se dedicó a su pasión de escritor.
Óscar Gilbonio Navarro aclara, “actualmente ya no milito en Sendero Luminoso“.
El escritor
Sus libros han causado polémica en el interior de Sendero Luminoso: “Los de la Asociación Cultural Fénix y yo somos considerados como disidentes para las personalidades intocables y hasta endiosados dirigentes a costa del pueblo y de los verdaderos combatientes”, dice.
“Textos de Combate, Ensayos sobre literatura y verdad histórica” (2016) habla sobre Edith Lagos, Jovaldo y Hildebrando Pérez: “Son combatientes históricos pero ignorados a propósito por el culto a la personalidad solo de algunos”, comenta Gilbonio.
“Al comienzo tuve una visión rosada de la organización, pero luego fui calando en las personas que la integraban, con sus particularidades, contradicciones, conveniencias, que no siempre concuerdan con el interés sano de servir al pueblo con absoluto desinterés”.
Dice que su paso de ser espectador a transformador no debía sucumbir a pesar de las inconsecuencias que observaba, planteaba y no era escuchado.
Gilbonio reconoce a Abimael Guzmán como el líder histórico de un movimiento que surgió tras décadas de una prédica respecto a que la sociedad podía y debía transformase vía la lucha armada.
Tras la captura de Abimael Guzmán, “Sendero Luminoso se desvió hacia posiciones derechistas evitando en todo momento un balance y autocrítica. Sendero actual está muy disminuido y mantiene un discurso radical, pero no está compaginado con el movimiento popular y es usado más bien para golpearlo”, declara Gilbonio Navarro.
Manifiesta: “ya no soy militante de Sendero Luminoso, pero me mantengo firme y convencido de la transformación social, la ideología socialista y su política transformadora, siendo consecuentes con nuestra práctica social y por ello escribo”.
Otros libros: “El mundo está cambiando”, “Desde la persistencia I” (2005), “Desde la ternura y la guerra” (2019). “Revuelos del Llano” (2023), su última producción literaria, fue presentada en la Feria Internacional del Libro de Lima este año.
El escritor viajó a Venezuela por trabajo el 2014. Regresó al Perú con la crisis de Maduro, y tras él la migración de miles de venezolanos al Perú. Su libro es un conjunto de cuentos analíticos sobre los migrantes venezolanos en nuestro país.
Sobre del escritor
Nació en Lima en 1966, estudió en el colegio nacional Nuestra Señora de Guadalupe. Sus abuelos son de Huayucachi, en Huancayo, y su padre de Lima. Estudió maestría de Escritura Creativa en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y alista su tesis, mientras trabaja en su carrera de ingeniero de sistemas.
El 2020 ganó el concurso de cuentos covid-19, convocado por la Asociación de Escritores de Ayacucho.
“Todos somos migrantes”
Vivió cinco años en Venezuela. El 2018 volvió al Perú por los problemas políticos y económicos del país del vino tinto.
Afirma que la muerte de Chávez y el bloqueo económico a Venezuela agudizaron las debilidades del socialismo venezolano que se distanció del pueblo generándose una élite burguesa en contra del pueblo.
Respecto a las controversias que genera la presencia de más de un millón y medio de venezolanos en nuestro país, dice:
“Todos somos migrantes de algún modo. Yo mismo provengo de madre de origen loretano y padre de raíces huancas con ancestros italianos. Solo el ser migrante te permite entender y ser empático con otro migrante”.
Y continúa bregando Gilbonio Navarro, ahora con una laptop en lugar de un arma y una bandera roja con la hoz y el martillo.