Ocho piedras con sus diferentes formas, tamaños y colores forman el nacimiento del niño Jesús en la casa del sacerdote andino Víctor Vilcahuamán, en Azapampa. Un piedra alargada pero algo ovalada es el pesebre. Otra de coloración oscura representa al niño envuelto en sus mantas. Ahí están María y José. Otra piedra redonda con un agujero al centro, es la estrella de David.
Alrededor de estas ocho piedras hay otras que representan una oveja, una vaca. Rocas de formas alargadas, una sobre otra son los reyes magos. Víctor los tiene identificados; con su explicación todo queda claro.
Hace 10 años el laya Vilcahuamám armó su primer nacimiento con rocas pequeñas. Con el tiempo, conforme recolectaba piedras de formas que él busca en sus caminatas por cerros y canteras, fue ampliando su peculiar muestra de la navidad. Ahora hay un corral con su cerco y animales entro, pastores reunidos que conversan entre ellos.
Y están los tres elementos de la cosmovisión andina: la serpiente, que representa el agua, la vida; el cóndor de la ayuda mutua, la vida en comunidad, y el Jaguar, el fuego.
Aquí el porqué recolecta piedras con diversas formas, especialmente de animales.
“La mitología huanca dice que el valle del Mantaro era un mar, donde vivían dos Amalus, dos serpientes”, relata Víctor.
“Estos Amalus reptaban por las alturas, en la parte oriental y occidental. Al reptar le daban formas a las piedras; de ovejas, de camélidos, de aves, de cuy; de todos los animales de nuestro medio. Al encontrar esas formas los traemos y lo ponemos en nuestro pedestal, porque esa piedra se transforma en el espíritu de ese animal”.
Eso nos ha dado la ida para armas hace más de 10 años el nacimiento.
En el corral de animales hay un recién llegado. Una roca que representa al gaur, un bovino salvaje de la India, que Víctor dice es el precedente de las vacas domésticas. Lo trajo con una maquinaria pesada desde una cantera de Pucará.
“El nacimiento es universal. El 21 de diciembre ya hemos entrado al solsticio de verano para el sur y de invierno para el norte. Y los incas, lo mayas, los aztecas festejan el hijo del sol, es una yuxtaposición del niño Jesús. Es universal”, dice
Al sacerdote andino Víctor Vilcahuamán, de 72 años de edad, le gustaría que algún familiar sea el continuador de sus conocimiento y práctica ancestral, como él continuó las enseñanzas de su padre, en cuyo homenaje también armó un monumento con su colección de piedras.
“Soy el tercer Victorio. Mi abuelo fue el primero, el segundo mi padre”.
¿Habrá un Victorio cuarto?
“Esperamos que sí”.