Cuando escucho a cierta gente decir que la única manera de mejorar la educación en el Perú es privatizándola, o jactándose de que la educación privada tenga mejores niveles que el sistema educativo público, me pregunto si somos conscientes de que vivimos en una sociedad altamente desigual y de que, si no nos preocupamos por la calidad de la educación que hoy reciben los niños y jóvenes en nuestro país, estamos condenados a vivir en la barbarie y la indolencia. Y es que, no se trata únicamente de cuánto sé o cuán empleable puedo ser, sino del tipo de sociedad en que nos gustaría vivir.
La educación es un derecho humano y fundamental por ser una condición básica para el desarrollo de las personas, no solo porque nos prepara para el conocimiento sino también para el pensamiento crítico en relación con nuestro entorno; y es que, hablar de una educación de calidad es también hablar de una educación comprometida con ciertos valores sociales, que cultiva el interés por el bien común y que incluye una formación cívica. Por eso, en ninguna parte del mundo nadie debería ser privado de acceder a este derecho por motivos socioeconómicos, es decir, ningún niño o joven debería dejar de estudiar por falta de dinero, por motivos de procedencia u origen, pues cuando eso pasa no solo se limitan las potencialidades del individuo, también perdemos como sociedad la posibilidad de contar con ciudadanos más comprometidos con la realidad.
Así que regodearse de la posibilidad de que nosotros (o los nuestros) hayamos podido (o puedan) estudiar en el sistema educativo privado, solo contribuye a perpetuar una mirada elitista de la educación, convirtiendo esto que es un derecho (de todos) en un privilegio (de pocos). Estos pocos, si realmente son inteligentes, verán que no sirve de mucho creerse parte de una aristocracia intelectual o de un grupo de gente adornada de títulos, cuando no es posible discutir con los demás sobre los problemas que hoy socavan a la humanidad o que afectan a nuestra comunidad, y esto por un simple hecho: no puede haber preocupación e interés allí donde no ha habido conocimiento ni experiencia.
Pero, ¿a quién le corresponde garantizar que todos puedan acceder a este derecho? La Constitución peruana dice que al Estado. Entonces, ya podemos darnos cuenta de quiénes son los responsables de que actualmente vivamos en medio de una apatía colectiva, pues bien dicen que una mala educación genera sociedades más manipulables. Me planteo este tema, como seguro varios ya lo han hecho, pensando en aquellas cosas que deberían movilizarnos como sujetos colectivos, pues no hacerlo sería como aceptar de manera complaciente nuestra autodestrucción social para beneficio de unos cuantos.
“En países desarrollados el fortalecimiento de sus democracias se mide no por la mayor expansión del mercado privado en la educación, sino por la calidad de la enseñanza pública”.
Hay quienes dirán que, de cualquier forma, el Perú nunca se ha caracterizado por ser un país con altos estándares de calidad educativa (tiene una alta tasa de abandono escolar, baja tasa de alfabetización, elevados costos educativos, desigualdad de género y altas brechas educativas en las zonas rurales[1], entre otros); sin embargo, estos problemas con el tiempo se han ido agravando. Ciertamente, factores como la constante inestabilidad política (en especial de los últimos 9 años), la pandemia del 2020 (que produjo el cierre de escuelas) y la masificación de la información a través de las redes sociales (que ha reducido la capacidad lectora de la población[2]), han incidido en ello, pero más que nada han desnudado las altas tasas de desigualdad social y económica que existen en nuestro país, lo cual nos convoca a repensar la importancia de que todas las personas, sin ninguna distinción, accedan a una educación que asuma la misión cívica de servir al bien común y que nos prepare para interactuar en la sociedad como ciudadanos conocedores de nuestros derechos y respetuosos de la institucionalidad.
Por eso creo que quienes queremos vivir en una sociedad con gente pensante, respetuosa de las normas de convivencia social y más igualitaria, debemos exigir una educación pública de calidad para todas las personas, que fomente la lectura, el pensamiento crítico y que incluya una formación en valores. Además, considero que este es el mínimo compromiso que deberíamos asumir quienes nos hemos educado en el sistema público, pues —en mi caso— tuve (tanto en mi formación básica regular como superior) la dicha de tener profesores de altísimo compromiso con la enseñanza, los que con su ejemplo me motivaron a seguir con mis estudios y mi preparación académica, y esa es una oportunidad a la que todos los niños y jóvenes de este país deberían poder acceder.
En países desarrollados el fortalecimiento de sus democracias se mide no por la mayor expansión del mercado privado en la educación, sino por la calidad de la enseñanza pública, pues quienes integran esas sociedades entienden que solo con ello es posible garantizar que nadie se vea privado de su derecho a educarse. El día que en el Perú la política educativa se oriente realmente a dicha finalidad, habremos dado un paso gigante en términos de desarrollo social.
[1] https://care.org.pe/5-cifras-alarmantes-de-la-educacion-en-el-peru/, publicado el 07 de febrero de 2023.
[2] Según la Encuesta Nacional de Lectura del año 2022, el promedio de libros que lee la población alfabeta de 18 a 64 años en el Perú es de 1,9 libros al año. (https://www.gob.pe/institucion/cultura/noticias/750918-en-peru-se-leen-mas-contenidos-digitales-segun-encuesta-nacional-de-lectura-2022.). Asimismo, de acuerdo al Censo Educativo del año 2024, solo el 8% de escuelas públicas en el Perú tiene una biblioteca escolar (https://ojo-publico.com/edicion-regional/solo-el-8-los-colegios-publicos-peru-tienen-bibliotecas).
