El sábado 15 de marzo me reencontré en la bella ciudad de Trujillo con entrañables y admirados poetas y escritores del norte, en una cita que estaba pendiente desde hace unos años. Desde Chimbote llegó Dante Lecca; desde Piura, Houdini Guerrero; yo desde Lima, o más precisamente desde la calle NN; y Bethoven Medina fue, esta vez, nuestro generoso anfitrión.
En el año 2017, fuimos invitados a la Feria del Libro de Chimbote. Aquella vez el homónimo del poeta florentino nos acogió y, una mañana, tanto fue el llamado del mar que dejó sus asuntos con dicha feria y se embarcó con nosotros a navegar por el puerto chimbotano.
Para no sentir lo que Lord Byron en su poema, que decía: “¡Todo acabó! La vela temblorosa / se despliega a la brisa del mar”, surgió, entonces, la idea de escribir cada uno luego un poema sobre aquella experiencia, un poema a aquel bonito mar con la isla Blanca.
Este es el poema del maestro Dante Lecca:
Si Llegaras por Mar por Primera vez a Chimbote
Si llegaras por mar por primera vez a Chimbote
y contemplaras desde tu barco su enrocado,
sus dóciles y alegres gaviotas,
pensarías que has arribado al puerto de tus sueños
sin saber todavía del Infierno
al cual te estás internando.
Por eso nosotros, que ya estábamos adentro,
optamos por alejarnos de la feria de libros,
la poesía nos llamaba a otra parte,
y había que celebrar con una fuente de ceviche
que nos devolvió el sabor de la vida antigua
en el mismo bar de pescadores
frente al terminal portuario.
Entonces, bebimos la cerveza con ansias
de perdidos en el desierto,
viniendo de ciudades y tiempos distintos.
La mujer que atendía en la picantería,
que sonrió al vernos juntos,
me hizo reparar que disfrutábamos
de un instante eterno, que no iba a durar mucho,
hasta que cierren los portones de la ciudad
y se incendie todo.
Luego nos hundimos por las calles
donde flotaban botes, papeles, botellas,
taxis, bares, mujeres, uniendo
el día y la noche con palabras,
confesiones y risas en el eco del mar
que nos acompañó siempre.
Ahora veo las fotos que nos tomaron sobre una lancha
amables pescadores que mascaban
palitos de fósforo.
No sabían que éramos poetas.
Los poetas eran ellos, por eso acudimos
a compartir la amistad a su lado
como en las radas de la vieja Grecia.
La pandemia del Covid-19 impidió un reencuentro más temprano. Pero ahí estábamos otra vez, aquella mañana, con el mismo espíritu, los cuatro en la plaza de armas de Trujillo, alistándonos para enrumbar a Salaverry y a Huanchaco. Pero antes, decidimos ir por un café al Rincón de Vallejo y saludar al vate que escribió en Trilce: “Qué nos buscas, oh, mar, con tus volúmenes / docentes! Qué inconsolable, qué atroz / estás en la febril solana.”
Encallamos en el puerto de Salaverry, en esa arena dorada bajo un sol en su bárbara plenitud, donde Bethoven nos señalaba a lo lejos los cerros moches: el cerro de Cabras y el cerro Campana, centinelas de nuestra identidad ancestral. Y fuimos dejando huellas crepitantes hasta llegar a un restaurante que era como una cabaña, allí nomás, a unos metros más allá, en la otra orilla, donde empezaba otro mar. El mar de la literatura.

Abrimos los libros que habíamos traído, nuestras últimas publicaciones. En el extraordinario libro de crítica sobre el gran poeta Julio Garrido Malaver, que su autor, Bethoven Medina, me obsequió, leí estos versos del poeta de Celendín: “En la antigüedad de oro / de un caballito de totora / te deslizaste sobre el Mar / a la hora en que más iluminaba… / De tan alegre el día / nos hizo creer que era / sólo para nosotros… / Fue entonces que tendiste / tu piel / entre las olas… / ¡Y al escuchar / no sé qué antiguas músicas / me puse a contemplarte / también por los ausentes…!” (Julio Garrido Malaver: poesía y ejes temáticos, 2024).
En Huanchaco continuó la tertulia, recogiendo las redes, dejando los poemas en totoras para que se echen a la mar, en ese crespúsculo que nos hacía acordar que teníamos que regresar a la ciudad. Nos esperaba un recital en la librería Tabacaria. Y allí estuvimos, junto a otros poetas trujillanos que habían llegado de sus puertos, de sus cabañas, en una cálida noche.

La poesía nos une con sus transparentes aguas, la poesía nos deslumbra e ilumina. Y es lo que encontraba en Como quien abre una puerta y mastica sombras, el libro de Houdini Guerrero editado por Sietevientos en el 2023. A través del poeta nacido en Talara, me acompañaban en el bus de regreso a Lima, Blanca Varela, María Emilia Cornejo, Eielson… Todo un fabuloso retablo de sus autores admirados a quienes les dedica un poema. Y el poema Xavier Abril dice así:
Cuando te vayas
perderá sus letras la rosa
y el tiempo en piedra
volverá a la mar.
Cuando te vayas
reemplazaremos al mar
por la piedra y la muerte
por siempre quedara fuera.
Cuando te vayas
solo el silencio volverá
a hablar de la imprescindible
soledad de los árboles.
Cuando te vayas
quién se ocupará
de rescatar del incendio
al clérigo de Berceo.
Cuando te vayas
escribiré del gato gordo
que descansa en el invierno
y sueña en el verano sordo.
Y cuando regreses
fluirá el agua en tus párpados
y sin embargo el fuego
ya no volverá contigo
poeta del dulce abril.
La poesía está en la calle, en los puertos, en el mar… A veces dentro de una botella mensajera, sin saber quién la encontrará. O en un muro, ante el paso apurado de la gente. En cualquier otro momento los cuatro poetas nos juntaremos otra vez, para celebrar esta metáfora que es la vida.