La tarea del artista Antonio Gonzales: restaurar la casa de su abuelo y convertirlo en museo de la imaginería

Hace cuatro años, desde la pandemia de la covid-19, el tercer hermano Gonzales Páucar, Antonio, se ha dado a la tarea de restaurar la antigua vivienda rústica de su abuelo Pedro Abilio Gonzales Flores, en Aza (El Tambo, Huancayo), la cuna de los artistas más representativos de la imaginería del Valle del Mantaro.
Artista Antonio Gonzáles Paucar, en la antigua casa de su abuelo Abilio, el patriarca de la familia de imagineros de Aza
Percy Salomé
Percy Salomé
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Fue en la pandemia de la covid-19, en el 2020, que el artista Antonio Gonzales Páucar, formado en Alemania y reconocido en circuitos artísticos de Europa, regresó al pueblo de Aza, un anexo del distrito de El Tambo, a la casa de sus padres, donde nació, y se quedó allí por buen tiempo. “Me estacioné aquí”, dice él. 

Desde que en la década de los 90, cuando partió a Europa, dejando atrás la violencia que Sendero había comenzado a sembrar en el pueblo, había regresado por cortas temporadas, a veces a disfrutar de la tradicional fiesta del santiago, o la dedicada a Santa Bárbara, la patrona de Aza, cada cuatro de diciembre. 

La casa paterna queda “a cuatro pasos” de la del abuelo Abilio Gonzales, el patriarca que transmitió sus genes artísticos a sus tres hijos, y a sus nietos, especialmente a Pedro y Javier Gonzáles, hermanos mayores de Antonio, reconocidos imagineros del Valle del Mantaro. Aunque Antonio desarrolla un arte contemporáneo como performances e instalaciones, siempre inspirado en sus raíces.

“Estamos sentados en la casa del abuelo Pedro Abilio Gonzales Flores, en el corredor donde él hacía sus trabajos”, dice Antonio. En frente de él, en una mesa, hay pequeños rostros de yeso, figuritas talladas en madera de maguey. Una de ellas es el autorretrato del abuelo, moldeando una figura. Detrás de nosotros, una fila de moldes de yeso con los cuales Abilio elaboraba distintos rostros.

Esta casa está llena de memoria. Es justamente donde por años se han elaborado una infinidad de figuras. Se han restaurado una infinidad de imágenes religiosas. Es un espacio muy creativo y que se convirtió en una escuela de arte para la familia, reflexiona Antonio. A esta hora de una tarde de julio, el sol dora su piel; el tejado y las paredes de adobe.

La casa estaba siendo víctima del abandono desde el fallecimiento del patriarca; la lluvia horadaba el tejado, remojaba paredes y tumbó la cocina.

Autorretrato de Pedro Abilio Gonzales Flores, el patriarca de la imaginería más representativa del valle del Mantaro

“En el periodo del covid me quedé aquí estacionado buen tiempo y aproveché para restaurar la casa. La tarea es recuperar todo este espacio, recuperar obras de arte del abuelo, recuperar memoria. Queremos convertirlo en un museo del arte popular, de la familia, del abuelo”, dice Antonio. Lleva cuatro años colocando poco a poco maderas dispuestas de manera vertical que sostienen las tejas de barro cocido. Contrató un maestro para reconstruir con adobes paredes que fueron construidas con la técnica del tapial.

Aquí aprendimos mis hermanos, tíos, a elaborar esta técnica de la imaginería, a pintar, dibujar, modelar. En este taller, en el corredor del abuelo. Esta era su casa y su espacio creativo”. El proyecto de Antonio, en el cual está involucrando a sus hermanos Pedro y Javier, es convertir la casa de don Pedro Abilio, en un museo de la imaginería y otras expresiones del arte popular, como los mates burilados de Cochas, un pueblo cercano de Aza, o la cerámica de Aco, textiles, mantas del valle del Mantaro o las fajas de Viques, de Sapallanga…

La tarea es también recuperar los trabajos de Pedro Abilio Gonzales Flores. “Me di cuenta de que teníamos muy poco del abuelo; tantos años que ha trabajado, y comencé a coleccionar sus trabajos sistemáticamente”, dice. 

La casa museo también debe reunir los trabajos de otros miembros de la familia, como del padre de Antonio, Julián, de quien ha reunido algunas cruces de mayo; o del tío Germán, peluquero y músico, quien en los últimos años ha retratado un funeral, una safacasa y otras costumbres del pueblo, antes que la acelerada urbanización las arrase o las modifique.

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