Las mujeres desempeñan roles cruciales pero muchas veces invisibles en la gestión del agua, asegurando su disponibilidad para actividades cotidianas esenciales.
Sin embargo, la distribución desigual de labores y responsabilidades, arraigada en estereotipos de género, ha limitado su participación equitativa en la gobernanza de este recurso vital.
Su limitada representación no solo perpetúa brechas de desigualdad, sino que también constituye un obstáculo para una gestión integral y sostenible de los recursos hídricos.
Conversamos con Francy Cárdenas, coordinadora de Cultura del Agua de la Autoridad Nacional del Agua (ANA), quien ahonda en la importancia de la integración efectiva de las mujeres en la gestión sostenible de este recurso, especialmente después de la reciente actualización del protocolo de licencias de la entidad que busca incluirlas.
Mujeres y agua: Un legado ancestral de cuidado y gestión
La relación entre las mujeres y el agua tiene una profunda raíz histórica. Desde tiempos ancestrales, ellas han estado estrechamente vinculadas al cuidado y abastecimiento de este recurso.
Su labor se extiende no solo en el hogar, sino también en la agricultura y el cuidado del ambiente. Esta conexión ha forjado un vínculo de respeto y conocimiento que se ha transmitido de generación en generación.
Sin embargo, a pesar de su participación activa en el manejo del agua, las mujeres rurales enfrentan una invisibilidad que las excluye de los procesos de toma de decisiones.
“No son visibles porque no están inscritas en los padrones, licencias o registros de usuarios. Por ende no pueden participar ni tomar decisiones. Esto conlleva una serie de limitaciones, desde el acceso a capacitaciones hasta la obtención de préstamos y el desarrollo de sus comunidades”, explica Francy Cárdenas.
Aunque más del 80% del agua dulce se utiliza en la agricultura, las mujeres están significativamente subrepresentadas en los organismos que gestionan el agua, como las juntas de usuarios. Según datos de la ANA, solo el 5% de las directivas de las juntas de usuarios de agua están conformadas por mujeres, y apenas un 16% de las licencias de uso de agua se otorgan a ellas.
Nuevo protocolo busca visibilizarlas
Francy Cárdenas enfatiza que cerrar la brecha de género en la gestión del agua implica superar barreras institucionales y culturales. En este contexto la ANA implementó el 15 de marzo un cambio trascendental: la aprobación de un protocolo que promueve la inclusión de mujeres en los títulos y certificados de uso de agua, reconociéndolas como propietarias o poseedoras de predios agrícolas.
Antes de esta medida, de cada diez licencias otorgadas por la entidad, siete correspondían a hombres y solo tres a mujeres. Esto según datos del Registro Administrativo de Usos de Agua (RADA) de la ANA.
La reciente normativa también instruirá a los funcionarios encargados de otorgar licencias. En situaciones donde la propiedad o posesión del terreno que utiliza el recurso hídrico sea compartida por personas casadas o convivientes, se otorgará la licencia en beneficio de ambas partes.
Además, tiene como meta reducir la brecha en las sedes desconcentradas, donde únicamente 7 de 71 mujeres ejercen roles como administradoras locales del agua.
Próximas acciones
“Estamos diseñando un plan para capacitar a nuestras oficinas descentralizadas y facilitar la inscripción de mujeres. Es vital que ellos entiendan la importancia de que ambos géneros se registren.
En paralelo, coordinamos con el Midagri y otras entidades para lanzar una campaña sobre la cultura del agua. Tenemos como objetivo superar las brechas existentes y avanzar hacia una gestión más equitativa y sostenible del recurso”, destaca Francy.
Esta medida marcará un paso significativo hacia la igualdad de género en la gestión del agua y el reconocimiento del papel fundamental de las mujeres en este ámbito.
Además, contribuirá a cerrar las brechas de género, fortalecer la seguridad hídrica y fomentar la resiliencia climática, aspectos clave para afrontar los desafíos ambientales actuales y futuros.
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