Diodoro Jorge Vega Huancas es el artista plástico conocido como Vegadi, cultor de un arte singular que utiliza pigmentos de mariposas, arcilla extraída de las formaciones naturales de Torre Torre, aserrín de madera e incluso cabello humano para pintar sus cuadros. Por eso le llama a su arte pintura ecologista.
“Jorge Vega se singulariza por el empleo de la arcilla y los tintes naturales (los ocres y los sepias) en una feliz integración de las imágenes andinas con su propia materia”, describió el arte de Vegadi en 2009, el reconocido investigador del arte del valle del Mantaro, Manuel Baquerizo Baldeón.
Siempre atento a las interacciones que ocurren en la naturaleza, Vegadi comenzó a experimentar con el polvo de las mariposas. “Cuando llueve se forman charcos que se ponen negros y las mariposas al borde se posaban; cuando lo agarro y se van, se había pegado el pigmento [en mis dedos]”, recuerda el pintor una de sus experiencias de niño.
Como en Huancayo no hay tantas mariposas, el artista se fue a la selva, al pueblo de Sanibeni, en Satipo, donde se quedó cinco años y logró recolectar, dice, “30 mil mariposas”, con una técnica que combinaba el uso de orina humana guardada, colocada en medio de la espesura de la selva. “Al cabo de varios meses, habían mariposas grandes, de distintos colores”, que las cazaba con una red para insectos y las disecaba con formol.
De regreso en Huancayo, comenzó a buscar una forma de adherir el pigmento en la superficie donde realizaría su arte. Lo consiguió frotando el sebo de una vela contra la superficie y sobre la cual presionaba con un papel los pigmentos de las alas de mariposas. Esos trabajos experimentales eran de formato pequeño, de 30 centímetros, aproximadamente.
Pero, “no conforme”, pensaba, “tiene que haber otras cosas no convencionales”. Se atrevió a usar el cabello humano de las peluquerías de Huancayo. “Con esos pelitos también hice cuadros”, dice.
Su osadía lo llevó a usar el aserrín de madera de la selva que se desperdician en los aserraderos; los habían de colores blancos, amarillos; trabajo que llevó a la Escuela de Bellas Artes, donde se formaba como artista. Hasta las plumas de la gallina sacrificada por su madre eran útiles. “Las plumas del gallo son de color metálico, brillantes”, observa.
“Hasta la fecha hago contacto con la naturaleza, porque ahí está la energía, la sabiduría”, dice Vegadi.
Observó entonces gamas de colores de las formaciones geológicas de Torre Torre, el atractivo natural visitado por jóvenes y turistas que llegan a Huancayo. Gamas de ocre, violetas, blancos… y las empezó a recolectar.
“… A procesar las tierras para tener diversidad de texturas; unos finos como la harina, otros medio y otros de grano grueso. Lo molía con el batán de mi madre”, cuenta el artista.
Colocaba las muestras al sol, en sombra, en semisombra para ver los efectos de la luz y el calor.
“Empecé a trabajar con 4 0 5 colores. Actualmente conozco 75 colores de las tierras de Torre Torre”. Vegadi habla seguro y orgulloso de sus logros.
Su técnica para pintar con la arcilla de Torre Torre está inspirada en el surco que los toros abren en la tierra cuando siembran los agricultores. Utiliza adherentes naturales que extrae de cactus y pencas de sábila y otras plantas. Una forma que fue perfeccionado con la constante experimentación; de ensayo, error, aprendizaje.
Vegadi recuerda que su obra fue apreciada en Lima, entre otros, por Luis Alberto Sánchez, el intelectual del Partido Aprista, en una de las exposiciones organizadas por Petro Perú en la década de 1970, cuando fue invitado por primera vez. Fue su oportunidad para presentarle al público su pintura ecologista, desconocida hasta ese momento.
Vegadi saca de su bolso unas veinte tarjetas de sus pinturas con la tierra de Torre Torre. Las evidencias de su arte también están contenidas en un corto que el estudiante de arquitectura Yomar Misael Ilizarbe Torres realizó en homenaje al artista y a su obra, con su proyecto “Suspiros de tierra Callada”.