A Peter Cosme Ureta, de 21 años de edad, le faltaba poco para terminar sus estudios en la Universidad Nacional del Centro del Perú y convertirse en ingeniero químico. Pero el 9 de setiembre de 1992 hombres que ingresaron por la pared de su casa en el anexo de Saños Chaupi, en El Tambo (Huancayo), sacaron de su cama al joven universitario y se lo llevaron.
Su mamá Erayda Ureta había viajado a Carhuamayo (provincia de Junín) llevando su negocio. A su regreso su otro hijo le dio la mala noticia.
“Desnudo lo han llevado a mi hijo, con mantel blanco envuelto. Cuando está durmiendo de su cama lo habían sacado”, testificó Erayda (74) entre llantos ante los jueces de la Sala que procesa a tres generales (r), excomandanres de la 31 Brigada de Infantería de Huancayo, por los delitos de desaparición de personas y homicidio en agravio de 68 estudiantes, docentes y trabajadores de la UNCP.
Erayda contó que fue a buscar a su hijo a diferentes dependencias policiales y del Ejército, entre ellos el Cuartel 9 de Diciembre de Chilca. “Cargado su ropa de mi hijo iba, de frente he entrado, sin miedo, pidiendo ver a mi hijo”, le dijo a la Sala.
Hasta que, en la Comandancia del Ejército, ubicada en la avenida 13 de Noviembre de El Tambo, un militar le dijo “ya no vas a conseguir a tu hijo, ya no llores, préndete velita en tu casa”.

Pero Erayda siguió buscando. Regresó a la morgue. “Una carroza está llevando un cadáver, ya oliendo, me han dicho. Había sido mi hijo. Su ojo hueco, su cabeza ensangrentado, su mano dañado le he visto”. Lo reconoció por su casaca.
Erayda se agacha en su silla. Abre una bolsa que ha llevado a la audiencia. Saca una foto tamaño grande y se lo muestra a los magistrados Miluska Cano, Herbert Llerena y Otto Verapinto.
“Me han robado a mi hijo, con él cargado yo me ando. Lo recuerdo hasta ahorita [aunque] cabeza ya está seco, memoria ya no hay”, les dice. La foto muestra el rostro de un joven peinado hacia atrás, con anteojos.
Justiniano tenía en su pantalón un papel pidiendo ayuda por los desaparecidos
A Justiniano Vicente Rivera le faltaban tres meses para terminar la carrera de Ingeniería Química en la Universidad Nacional del Centro del Perú. Pero despareció el 7 de setiembre 1992. Justiniano enseñaba también en el instituto Tecnológico de Cajas y fue detenido cuando salía de allí, con a su amigo Augusto Galindo Peña. Sus captores lo subieron a una camioneta y se lo llevaron.
Una hermana menor de Justiniano, que vivía con él, lo buscó y al no encontrarlo avisó a sus padres que radican en La Oroya.
Tres días después, los familiares de Justiniano que llegaron a Huancayo estaban en la casa conde él vivía en inmediaciones de la ciudad universitaria; oyeron su voz y sonidos como golpes que le propinaban. Nadie saló de la casa, pero identificaron a los agresores como militares por la forma de vestir, como las chompas verdes.
Se realiza en Huancayo el segundo día de audiencias en el Caso Desaparecidos de la #UNCP. La Cuarta Sala Penal Superior recibe el testimonio de los padres de Justiniano Vicente Rivera, asesinado en 1992 por agentes de Estado. pic.twitter.com/glKIIuoJnz
— Huanca York Times (@HuancaYorkTimes) October 24, 2023
El 20 de setiembre el cadáver de Justiniano fue hallado en una canal de regadío. Cuando su padre Gregorio vio en cuerpo, lo halló con su dedo dañado y “tenía una bala em el cuello”, relató ante el tribunal de la Cuarta Sala Penal Superior, en el segundo día de las audiencias que recibe el testimonio de familiares de las víctimas del Caso de la UNCP.
Su hermana Liz les relató a los jueces que, al revisar las pertenencias de Justiniano, encontraron en el bolsillo de su pantalón un papel cuadriculado con un mensaje que pedía ayuda a la Policía, a la Defensoría del Pueblo y otros, a quienes les reclamaba por qué hay universitarios que desaparecen y aparecen muertos.
“Buscaba reconocer a mi hermana por un defecto de los dedos del pie; no he tenido suerte”
Alida Francisca Pérez Valle estudiaba sociología y trabajaba lavando platos en el comedor universitario. En 1991 fue detenida por primera vez y luego liberada en navidad. “Ella nos ha contado que fue golpeada, torturada en el cuartel”, testifica su hermano Beder Manuel. “Nos mostrado su cuerpo, puro moretones”, responde al interrogatorio de la fiscal superior Gisela Astocondor Salazar. Los jueces escuchan.
El 25 de abril de 1992 fue detenida nuevamente y desde entonces Beder y sus familiares directos la buscan hasta hoy.
“Cuando escuchaba que había muertos, iba con carro, les pedía favor a los conocidos para que me lleven”, dice el testigo en la audiencia.
“No importa que no reconozca su cara. Ella tenía un defecto en los dedos de sus pies; un dedito está sobre el otro. Eso buscaba. No he tenido suerte hasta ahora”, relata Beder.
Al momento de su desaparición, Alida dejó una niña de tres años.
