El gobierno de Dina Boluarte y el Congreso difundieron a todo dar que habían declarado “personas no gratas” a los presidentes de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y de Colombia, Gustavo Petro.
La grita derechista peruana sostiene que López y Petro, se han entrometido en los asuntos internos del Perú, por pronunciarse contra la presidencia de Boluarte a la que tildan de golpista
El gobierno enfiló, principalmente, contra AMLO con epítetos irónicos, a los que el mexicano respondió con sorna y buen humor.
El tema de fondo es que la condena de López contra Dina y su gobierno, va más allá de las simples formalidades de una democracia como la de Perú.
Para AMLO la caída de Pedro Castillo fue consecuencia del boicot y las enormes presiones de los grupos de poder económico y político. Pero este razonamiento choca contra una formalidad, como es la sucesión constitucional de Boluarte, ante la fallida intentona de Castillo.
Sin embargo, el repudio popular a Boluarte y la permanencia del Congreso, ha convertido a este gobierno en un régimen ilegítimo, aunque esté revestido de legalidad. Este es el fondo del problema sobre el cual giran las reflexiones de AMLO.
Además, es práctica democrática que cualquier gobierno del Mundo se pronuncie apoyando o no a otro gobierno si es que así lo ve por conveniente.
Finalmente, según la reciente encuesta del IEP, el 79% de peruanos rechaza a Dina y solo un 15% la apoya.
Mientras que AMLO, de acuerdo a la encuesta de “Mitofsk” y habiendo transcurrido ya cinco años de su mandato (de 6) casi el 70% del pueblo mexicano lo sigue respaldando.
Por consiguiente, creo que López tiene las credenciales democráticas para hablar en voz alta.