Cuando hablamos de la violencia de género presente en nuestra sociedad somos burladas, agredidas y atacadas por nuestra acción ciudadana de visibilizar esta problemática. Nos llaman mentirosas o exageradas y nos “mandan” al Medio Oriente para vivir donde, dicen, “realmente” hay violencia hacia las mujeres, negado lo que ocurre en nuestro país. O también dan a entender que denunciar la violencia es un acto de victimización. Lo cual es penoso cuando ese discurso es replicado por mujeres, evidenciando que la vulneración de derechos está naturalizada.
Al cierre del 2022 el Perú acumuló 137 mujeres fallecidas a manos de sus parejas o exparejas y 111 casos de tentativa de feminicidio, conforme detalla la Defensoría del Pueblo. En lo que va del 2023, el Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables ya registra que cada dos días se asesina a una mujer: Hasta abril hubo 58 feminicidios.
“Las mujeres estamos haciendo mucho contra la violencia de género. ¿Qué están haciendo los hombres? Cuestionar a los agresores y mirarse en el espejo constantemente para forjar una mejor calidad humana, es la vía”
Todo ello sin contar otros delitos que también expresan la violencia de género, como las violaciones sexuales, que solo en enero y febrero registró 1 704 víctimas. Y es cierto que existe una cifra oculta de aquellas mujeres (incluyendo niñas) que por diversas razones no denuncian y conviven con su dolor.
Así también están las mujeres desaparecidas. En el 2022 la Defensoría del Pueblo reportó 11 524 desapariciones. Recordemos que el 16% de los feminicidios correspondern a mujeres desaparecidas. Esta realidad impacta en Junín, una de las regiones con la mayor cifra desapariciones de mujeres después de Lima.
La prensa y las redes sociales difunden casos trágicos de violencia, cometidas con crueldad, que deberían generar gran conmoción en nuestra sociedad, pero más allá de la congoja, no generan compromisos colectivos permanentes para transformar las bases de nuestro país que parece odiar a las mujeres.
“El 2022 el Perú acumuló 137 mujeres fallecidas a manos de sus parejas o exparejas y 111 casos de tentativa de feminicidio. En lo que va del 2023, cada dos días se asesina a una mujer: Hasta abril hubo 58 feminicidios”
El caso de “K”, quemada viva por Sergio Tarache -quien debe ser extraditado de Colombia- debe hacernos reflexionar sobre la sociedad en la cual vivimos y crecen niñas y adolescentes que merecen paz y justicia social.
Hace unos días Huancayo ha sido testigo de un feminicidio, cuyo autor, José Angoma, asesinó a la mujer que decía amar y con quien tuvo una relación de pareja. Este caso enluta a la familia de la víctima, deja en orfandad a cuatro menores. Pero nos afecta a nosotros y nosotras que vivimos en esta ciudad donde la violencia recurrente daña la calidad de vida de las mujeres.
El feminicidio es la expresión máxima de la violencia de género, pero no ocurre de pronto ni aparece de manera repentina, se respalda en las múltiples formas de violencia aparentemente menos lesivas o que incluso no son consideradas como tal. Por ejemplo, el acoso sexual callejero –mal llamado piropo- cimienta desde temprana edad en las mujeres que son objetivizadas, menoscabadas, poco reconocidas y violentadas, incluso en sus propios hogares.
Transformar la sociedad
No podemos transformar la realidad de las mujeres sino la realidad de la sociedad, más aún cuando consideramos que todas las mujeres hemos atravesado por algún episodio de violencia en nuestras vidas y a la vez somos potenciales víctimas. Hemos naturalizado vivir con miedo permanentemente.
La violencia de género no se soluciona solo con la mirada hacia las víctimas e implementar cuidados para las mujeres, sino con estrategias que apunten a lo punitivo y busquen reformar a los principales agresores: los hombres, forjando nuevas masculinidades, que tengan conductas éticas con la sociedad; no se burlen de quienes cuestionan la violencia y asuman compromisos de no generar violencia e increpen a sus pares cuando violenten a mujeres.
“El feminicidio es la expresión máxima de la violencia de género, pero no ocurre de una manera repentina, se respalda en las múltiples formas de violencia aparentemente menos lesivas o que no son consideradas como tal”
La violencia hacia las mujeres mostrada en los medios no es aislada; es una pincelada de la realidad de nuestro país. Las instancias de administración de justicia también son responsables cuando revictimizan a las mujeres y las inhiben cuando quieren romper su silencio.
Las mujeres estamos haciendo mucho. Lo hacemos todos los días. ¿Qué están haciendo los hombres? Cuestionar a los agresores y mirarse en el espejo constantemente para forjar una mejor calidad humana, es la vía.