Estamos entrampados en un callejón sin salida, mientras que el país se desangra y valiosos bienes materiales son destruidos.
Independientemente de lo que apruebe el Congreso, el camino más rápido y práctico para salir de esta grave crisis política es la renuncia inmediata de la presidenta Dina Boluarte.
Ello permitiría realizar varias cosas. Primero, sería un “tubo de escape” para bajar las tensiones sociales e iniciar paulatinamente la pacificación del país.
Segundo, se les “quitaría piso” en el Congreso tanto a la ultraderecha (Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País) y la ultraizquierda (Perú Libre), que por sus mezquinos intereses, juegan irresponsablemente aprobando una cosa para después desaprobarla.
Lo que les interesa a estos repudiados congresistas es quedarse el mayor tiempo posible. Jamás se condolerán con la muerte de decenas de peruanos.
Pero, la gran pregunta que nos hacemos todos es: Por qué Dina Boluarte no quiere renunciar, resistiéndose tercamente.
Un supuesto sería que Boluarte quiere entregar el cargo sin llegar a renunciar, creyendo que ello podría servirle para afrontar los juicios penales que se le vendrán encima por la muerte de 60 peruanos.
Políticamente, Boluarte se siente segura en la presidencia, por el “paraguas” interesado que le brinda la ultraderecha y sus aliados del Congreso. También tiene el respaldo de sus ministros, que a cualquier precio la disuaden de la renuncia. Todo esto hace que Boluarte se sienta embebecida con los placeres del poder.
Por eso Boluarte adopta una postura cínica diciendo que lamenta de que hasta hoy el Congreso no haya aprobado el adelanto de las elecciones para el 2023, cuando ella sabe muy bien que este Congreso no lo hará.
Esto configura nítidamente que Boluarte es una rehén de la ultraderecha, representada por Fuerza Popular, Renovación Popular y Avanza País, que la vienen utilizando para gobernar el país como ellos quieren y que cuando ya no les sirva la abandonarán a su suerte.
Fuentes cercanas a los cenáculos del gobierno señalan que Boluarte en un inicio y frente al cúmulo de muertos que crecía, habría intentado renunciar dos veces, pero Otárola y compañía se la impidieron.
Incluso, el bravucón congresista, Jorge Montoya, advirtió y amenazó, señalando que si Boluarte renunciaba el Congreso iba a convocar solo a elecciones presidenciales y ellos se quedarían hasta el 2026.
Si Boluarte renunciara, el Congreso, por mandato constitucional, tendría que convocar inmediatamente a elecciones generales, que demoraría mínimo 6 meses o un máximo de 9.
Es cierto que el presidente de transición sería el titular del Congreso, José Williams, pero, también es cierto que una eventual renuncia de Boluarte le impediría a este congreso de seguir manteniéndose en el poder hasta cuando les da la gana.
Es más, durante el corto periodo de transición el Congreso estaría impedido no solo de hacer reformas constitucionales que a ellos les convenga, sino también de aprobar leyes de gran trascendencia que tengan que ver con los intereses de la Nación.
Y si en el peor de los casos lo hicieran el próximo congreso tendría la potestad de derogarlas.
Para terminar señalo algunas cifras de la reciente encuesta del IEP:
- El 73% de peruanos quiere elecciones el 2023
- 74% pide que inmediatamente debe renunciar Dina Boluarte
- 76% rechaza la forma como gobierna Boluarte
- 89% repudia al Congreso
- 74% desaprueba a José Williams
- 69% está de acuerdo con una asamblea constituyente
Mientras tanto se mantiene la incertidumbre y la lucha fraticida entre peruanos.