Hace cuatro años, el albañil Edwin Curi Apolinario pisó mal una madera en lo alto de tercer piso de una vivienda en construcción y cayó al piso. El golpe le dañó seriamente el cerebro. Tras permanecer en un hospital salió de allí en estado vegetativo. Demoró dos años de intensa terapia para que pudiese echar pasos de nuevo. Pero perdió el habla y la mitad de su cuerpo, el lado derecho, ha quedado inmóvil.
Ahora camina con la ayuda de Mónica, su esposa. Escucha las preguntas, porque las entiende, y una sonrisa es toda su respuesta. Mónica, madre de sus cuatro hijos, responde por él.
Edwin es uno de los integrantes de la Asociación de Personas con Discapacidad Patrón San Jerónimo de Tunán quien este martes recibió cinco cuyes jóvenes: cuatro hembras y un macho, con los cuales incrementará su galpón, con la expectativa de mejorar los ingresos económicos de su familia en poco tiempo.
Es la primera etapa de un plan de negocios que la asociación buscó implementar desde 2019 y la municipalidad distrital de San Jerónimo demoró hasta este 2022 en ponerlo en marcha.
La asociación es integrada por 70 personas empadronadas por la Oficina Municipal de Personas con Discapacidad (Omaped) de San Jerónimo. Por ahora, 25 de ellos recibieron sus módulos básicos de cuy, de manos del alcalde Fredy Pablo Sachahuamán Palacios, a cuatro días de terminar su gestión.
“Nunca es tarde para hacer algo; si una gota cae a este colectivo, bienvenido”, dice don Ángel Salazar Maldonado, presidente de la asociación. Él perdió la vista en un accidente de tránsito cuando viajaba en la tolva de un camión con el que trasladaba reses para su negocio ganadero. El vehículo volcó en la localidad de Pomamanta, cuando regresaba del distrito de Comas (Concepción) hacia Huancayo.
“Yo venía encima del camión, al ver que se volteaba salté hacia las rocas. Tengo 56 puntos en la cabeza, 17 en la espalda; y estoy aquí”, dice.
Para Ángel los cuyes servirán para que los miembros de su asociación se mantengan activos, no se estresen. “No tenemos que caer en la mendicidad”, señala.
La ceguera que lo afecta no le impide a don Ángel dedicarse a la agricultura y sembrar pasto. Así sostiene a sus hijos, dos varoncitos mellizos.
Doña María Salazar lleva cuatro años también de haber perdido la vista en ambos ojos. “Soy muy fuerte; tengo mi mente muy ocupada para no estresarme”, dice en tanto sostiene en sus manos una bolsa de rafia con los cinco cuyes que le corresponden.
Ahora, desde el uno de enero, dependerá de la voluntad del nuevo alcalde continuar con esta actividad.