Alvaro Pérez y Lincol Limachi son dos amigos que hasta hace seis años se dedicaban a talar árboles de eucalipto para vender madera y ganarse la vida. Cambiaron la motosierra por carretillas y jabas, las herramientas que ahora más usan en el cultivo de cactus en sus respectivos invernaderos, con los que sustentan a sus familias.
Ambos viven en Sapallanga, el distrito donde poco a poco ha ido incrementándose, desde 2015, la instalación de invernaderos, una tecnología utilizada por agricultores de esta parte de Huancayo en el cultivo de flores y plantas ornamentales, entre ellos los cactus, pues generan microclimas y ayudan al ahorro de agua con el uso de tecnología de riego.
Alvaro, dedicado al cultivo de cactus en diversas variedades, calcula que actualmente hay alrededor de 300 invernaderos en todo el distrito, especialmente en el barrio de Miraflores, donde abunda la producción de flores.
“Pueden ser invernaderos de baja tecnología, media o alta, dependiendo del cultivo meta del productor”, dice a Huanca York Times, la ingeniera Susy Rivera Callupe, directora de la Agencia Agraria Huancayo, cuya sede se ubica en Sapallanga. “Hay invernaderos donde no puedes entrar con la ropa que usas en la calle, sino con un guardapolvo. A ese nivel están algunos”, agrega.
Álvaro se dedicaba a la compra y venta de madera y armó un primer invernadero donde comenzó a cultivar plantas que a su esposa le gustaban. Ahora son tres invernaderos, todos llenos de cactus de diversas formas, tamaños y nombres: cola de zorro, cola de mono, lengua de suegra, manito de oso, la arácnida (que genera su tela araña), asiento de suegra…
Su plan, dice, es comenzar a polinizar sus plantas, es decir, fertilizarlas para contar con sus propias semillas para almacigarlas y seguir reproduciéndolas. Ya tiene las plantas madre.
“Comencé en la floricultura porque la agricultura ya no rinde, ahora mismo no hay lluvia. Ahora produzco espinas y flores y vendemos al por mayor”, dice el exmaderero, miembro de la asociación Wanca Huayta, que reúne a 40 floricultores de Sapallanga.
Lincol Limachi, otro comerciante de madera cambió la motosierra con el que talaba árboles de eucalipto en las alturas de Sapallanga por plantas de cactus que comenzó a sembrarlas por curiosidad, en un pequeño espacio de su casa.
Desconocía si la sombra o el sol dañaba a determinadas variedades. Ahora es capaz de nombrar a cada variedad de cactus con su nombre científico. Lincol también tiene en agenda implementar tecnología de riego. Pero, dice, por ahora la disponibilidad de agua para sus plantas no le representa un serio problema, porque “el cactus no demanda mucha agua, 15 días pueden estar tranquilos sin agua”.
Lincol sí extrae las semillas de sus plantas y las reproduce con almácigos. La polinización o fertilización es manual. En sus invernaderos es posible hallar plantas desde 1 sol hasta mil soles.
Ambos amigos recuerdan su época de comerciantes de madera como una actividad insegura e inestable. El lluvia o viento había que tumbar los árboles para cumplir con los contratos. Habían temporadas sin trabajo. Ahora, pasan tiempo con sus familias.
“Me he convertido en mi propio jefe”, dice Lincol.
La ingeniera Susy Rivera explica que un invernadero ofrece tres ventajas a los productores, que se adapta muy bien en el actual contexto de cambio climático.
- Permite el manejo del microclima en su interior, además que protege a los cultivos de granizadas, heladas, lluvias repentinas o vientos.
- Acorta el periodo vegetativo de las plantas, haciendo que alcancen su edad para el mercado más rápido.
- Facilita el control fitosanitario, es decir, el maneo de plagas y enfermedades, pues aísla al cultivo de bacterias del ambiente externo.