–¿Cómo esaba el cuerpo 30 años después?
“Estaba intacto, conservado”, contestó un trabajador del Cementerio General de Huancayo, quien participó este viernes de la exhumación de los restos del exdirector regional de Pesquería de Junín, destacado biólogo e impulsos de la truchicultura, Florencio Ántero Ramírez Quispe, asesinado en 1992 por Sendero Luminoso.
El nicho que ocupada en la nivel D del pabellón Virgen de las Mercedes, del camposanto de Huancayo, ahora está vacío y sus restos serán enterrados de nuevo, en su tierra natal, en el cementerio general de Huamanga, detalló su viuda, Betty Taipe de Ramírez.
El biólogo Florencio Quispe, formado en la Universidad Nacional San Cristóbal de Huamanga, en Ayacucho, fue un impulsor de la piscicultura en la sierra central; de la crianza de la trucha, en particular. Uno de sus legados son las jaulas flotantes para la truchicultura en la laguna de Choclococha en Huancavelica. Fue también jefe del centro piscícola El Ingenio, en Huancayo.
Fue en este último lugar donde el 18 de enero de 1992, a sus 41 años de vida, fue victimado por Sendero Luminoso, en presencia de sus dos hijos menores, de 6 y 11 años de edad. Desde aquel año su cuerpo descanzaba en el Cementerio General Huancayo.
“Lo recuerdo como un hombre con una inquietud muy grande por el desarrollo de la piscicultura en toda la región central, cuya visión lo veo ahora realizada cuando voy a las comunidades y encuentro piscigranjas familiares, comunales, inclusive en las que ha trabajado, como el centro piscícola El Ingenio“, dijo su viuda, la también bióloga, Betty Taipe, en diálogo con Huanca York Times.
“Florencio hizo un estudio de lagunas de la zona altoandina y vio su potencial. Un ejemplo es la laguna Choclococha, que fue el primero del Perú en iniciar con 80 jaulas flotantes para la truchicultura”, dice Betty.
Como jefe de centro piscícola El Ingenio, Florencio Ramírez promovió proyectos como el centro de producción de ovas y alevinos de trucha en Lircay (Huancavelica), la zona de incubación de la piscigranja de la unidad Casaracra de la SAIS Túpac Amaru (La Oroya) y de la comunidad de Acopalca (Huancayo).
Si Florencio habría continuado con vida, tendría hoy 71 años de edad. Y habría visto cómo su dos hijos, aquellos que fueron testigos de su asesinato, siguieron sus pasos y se convirtieron en biólogos especializados en biología molecular, en Estados Unidos. Sus nietos también van por ese camino.