Mucho se habló en las últimas semanas respecto a un paro indefinido del transporte de carga pesada, que al final resultó un fracaso para sus patrocinadores. Ahora afirman que la medida de fuerza la están trasladando para julio.
Lo cierto es que un gran sector de los gremios de camioneros sigue negociando con el gobierno legítimas demandas, como el costo de los combustibles, los peajes, la competencia desleal en el transporte internacional, entre otros. De otro lado, muchos transportistas no olvidan lo mucho que se perjudicaron económicamente durante las violentas protestas de fines de marzo e inicios de abril de este año.
Un paro del transporte de carga pesada a la vez arrastra a otros rubros de transportistas y contamina expectativas de las actividades diarias de la población, acarreando perjuicios a la población y la economía del país. Pues tiene que ver con el traslado de alimentos, combustibles, materiales de construcción y demás enseres de consumo cotidiano. La especulación y el acaparamiento siempre disparan hacia arriba los precios, agravando nuestra economía ya fuertemente golpeada desde hace varios meses.
“El servicio ferroviario puede llevar ‘de un solo cocacho’ el equivalente a 400 camiones, recorre distancias mayores de 800 kilómetros, posee flexibilidad para grandes volúmenes de carga, es ecológico y posee mayor eficiencia”
Más allá de las demandas de los transportistas, quiero tocar un tema que tiene que ver directamente no solo con el transporte de carga pesada, sino también con el servicio masivo de pasajeros.
Hace más de veinte años el transporte de carga se realizaba, principalmente, a través del ferrocarril, un servicio que resultaba más barato y beneficioso para el país. Mencionemos sus ventajas: El servicio ferroviario puede llevar “de un solo cocacho” el equivalente a 400 camiones, recorre distancias mayores de 800 kilómetros, posee flexibilidad para grandes volúmenes de carga, es más eficiente en cuanto al consumo de combustible y otros recursos, reduce el índice de accidentes, es ecológico y posee mayor eficiencia y seguridad en la recepción y entrega de la carga.
Los ferrocarriles han sido utilizados desde siempre y hoy siguen utilizándolos los grandes países desarrollados y muchos en desarrollo. Para el comercio internacional le sigue en importancia el servicio marítimo y solo para el transporte de carga en distancias pequeñas o urbanas se utilizan camiones. En casos de urgencia o emergencia está el transporte aéreo.
Pero como en el Perú todo se hace al revés, hoy vemos que el conflicto del transporte de carga pesada es solo un botón de todo el problema respecto a transporte en general. En 1973 el gobierno militar del general Juan Velasco Alvarado creó ENAFER Perú, que administraba el Ferrocarril Central, el Ferrocarril del Sur y una gran cantidad de líneas ferroviarias pequeñas en el norte del país.
Pero en 1999 el gobierno de Alberto Fujimori privatiza todo el sistema ferroviario peruano. Particularmente, el Ferrocarril Central fue concesionada por 60 años a la empresa privada Ferrovías Central Andina. En mi concepto aquí comienza la tragedia del Perú en cuanto al servicio de transporte, entre ellos el de carga pesada.
Aparecen miles de camiones y hasta mafias que no solo hacen caótico el servicio llevando indiscriminadamente enormes cargas, incluido el traslado de minerales. Estos han colapsado todo el sistema del transporte en las carreteras, y lo que es peor, destruyen constantemente las vías.
Por consiguiente, hay mucho por hacer en este tema y mi punto de vista es que el Estado comience recuperando los ferrocarriles. Pero, que esto lo realice, hoy el gobierno es como “pedirle peras al olmo”.