La tozudez e irresponsabilidad del presidente Pedro Castillo colocó al país en una nueva crisis política. Este hombre por fin desnudó su verdadera personalidad torpe. Utilizando la jerigonza popular yo diría que Castillo es un cholo desconfiado, terco, no sincero y soberbio, porque se le “subieron los humos” tras haber llegado a ser presidente.
Pues cómo se le puede calificar a un hombre que sabiendo de sus limitaciones ideológicas, políticas y sin partido, recibió la ayuda de gente capaz y de buena fe para gobernar, pero después los echa a perder en tan poquísimo tiempo.
Desnudando sus taras, Castillo pierde a políticos de la Nueva Izquierda, que en ministerios claves venían manejando bien el país. Especialmente a Pedro Francke, quien pese a las trabas del Congreso manejaba óptimamente la caja y las finanzas del Estado. El sector Salud, con Hernando Cevallos ni qué decir con la vacunación anti Covid un éxito. El sector Educación, trabajando intenso para un retorno a clases presenciales con seguridad sanitaria.
Pierde a un ministro del Interior, como Avelino Guillén, quien enfrentaba a la corrupción dentro de las fuerzas policiales. La entrega de los bonos, igualmente, un éxito. Y lo más clamoroso, pierde a Mirtha Vásquez, una primera ministra que venía apagando incendios de los “eternos” conflictos sociales y dando la cara sabía corregir muchos deslices del presidente.
En vez de avanzar corrigiendo errores, el torpe de Castillo “manda todo al diablo” y prefiriendo escuchar a sus oscuros asesores se trae abajo un sacrificado trabajo que buscaba avanzar, en medio del acecho de la ultraderecha golpista y corrupta, encaramada, principalmente en el Congreso.
En vez de avanzar corrigiendo errores, el torpe de Castillo “manda todo al diablo” y prefiriendo escuchar a sus oscuros asesores se trae abajo un sacrificado trabajo que buscaba avanzar, en medio del acecho de la ultraderecha golpista y corrupta, encaramada, principalmente en el Congreso.
Esta semana Castillo tendrá que conformar un cuarto Gabinete en apenas seis meses. En mi opinión, se encuentra expuesto a tres riesgos: O caer nuevamente en manos del radicalismo ultraizquierdista cerronista y del cual ya se había zafado. O sucumbir ante los brazos de la agazapada derecha política neoliberal que buscará domesticarlo en el manejo económico y político del país. O refugiarse en un equipo tecnocrático fofo o amorfo que no le garantizará un buen gobierno.
Es difícil hoy pensar que este presidente pueda corregir y encauzar un gobierno que, además de designar gente idónea para el nuevo Gabinete, no cambie el rumbo orientado a llevar adelante los profundos cambios que el país necesita, así como una lucha frontal contra la corrupción.
El pueblo seguirá exigiendo que se materialice completamente la segunda reforma agraria, la masificación del gas, la diversificación productiva, recuperar los empleos perdidos por la pandemia, por el aumento de la remuneración mínima vital (RMV), la lucha por una nueva Constitución en el mediano plazo, entre otros. Son horas decisivas las que se vienen.