Hoy 25 de noviembre se conmemora el Día Internacional de la Lucha por la Eliminación de la Violencia hacia la Mujer y pese a los muchos avances en materia de nuestros reconocimientos de derechos aún vivimos en una sociedad machista a la que le incomoda más las mujeres feministas que los propios feminicidas.
El Perú, la región Junín y nuestro propio Valle del Mantaro carga altas dosis de misoginia, en donde las distintas formas de violencia hacia la mujer se naturalizan y forman parte de la vida cotidiana. Es por ello que cuando hablamos de violencia hacia la mujer aún existen mofas al respecto o cualquier conducta invalidante que pretende decir que todo es una mentira e invento de mujeres, a quienes peyorativamente denominan feminazis.
La violencia sistemática existe, muchas veces en silencio, por temor, por vergüenza, por falta de recursos, por ausencia de soporte emocional, por dependencia económica, por falta de conocimiento de cómo proceder y un largo etcétera, pero es importante mencionar que los actos de violencia denunciados no son los únicos ocurridos en la realidad.
El acoso sexual callejero sigue sin ser entendido como delito, la difusión de contenido íntimo en material audiovisual sigue siendo motivo de burla. Ni qué decir de la violencia sexual que es uno de esos delitos más difíciles de denunciar para las mujeres por toda la carga revictimizante que representa.
La violencia no discrimina, impacta a niñas, adolescentes, mujeres adultas y adultas mayores, no distingue clases sociales ni religión, porque si bien hay aspectos adicionales que oprimen más a mujeres de sectores más vulnerables, la violencia es común en miles de mujeres en nuestra sociedad y ocurre en los espacios cercanos de confianza, como es el propio hogar.
Ninguna mujer merece vidas con violencia y tratos indignos y sin perjuicio de las muchas demandas que podemos exigir a las autoridades y todos los órganos de gobierno y diferentes poderes del Estado. Es una responsabilidad ciudadana generar espacios de incidencia para construir nuevos pactos de convivencia social, en donde deconstruyamos esos patrones culturales machistas con los que crecimos y así forjemos nuevas formas de ver la vida y de tratar a las mujeres, incluso de cómo nos tratamos entre nosotras mismas.
Las formas de violencia son muchas y que quede claro que la víctima nunca es la culpable. Ninguna mujer goza siendo violentada, son muchos los factores que impactan y que deben verse entendiendo que esta es una problemática social y no un caso aislado. En nuestra sociedad se han registrado feminicidios, violaciones sexuales, trata de mujeres para la explotación sexual como laboral, violencia doméstica reitera en esta temporada de confinamiento, violencia en los espacios públicos, como por los propios organismos del Estado que no auxilian a tiempo o como corresponde.
Pero también se registran otras formas de violencia que siguen siendo normalizadas. Las mujeres aún viven condiciones de desventaja respecto a sus pares en materia de reconocimiento de derechos laborales, trabajan de manera informal y sin ningún tipo de beneficios sociales. Cargan con la labor de cuidado y crianza de las y los hijos y con las labores domésticas que no tienen ningún reconocimiento económico y que muchas veces limita el desarrollo en otros ámbitos laborales y académicos. Aunado a ello, tenemos un alto índice de paternidades irresponsables que ejercen violencia económica con las mujeres y sus hijos e hijas.
El acoso sexual callejero sigue sin ser entendido como delito, la difusión de contenido íntimo en material audiovisual sigue siendo motivo de burla. Ni qué decir de la violencia sexual que es uno de esos delitos más difíciles de denunciar para las mujeres por toda la carga revictimizante que representa.
Es necesario que hagamos un análisis continuo de las formas de violencia existentes en nuestro entorno y sobre replantear conductas. Asumo, como en todo aquello que hacemos las feministas, que la reacción inmediata de quienes se aferran a su machismo será la burla, pero es algo relevante para quienes sabemos que la articulación de las mujeres, la politización de lo personal, la acción ciudadana constante y demás posturas organizadas permitirán que poco a poco nuestra sociedad sea un espacio en donde las mujeres no solo sobrevivan sino vivan cumpliendo sueños y construyendo historia.