Don Julio Munive, el subprefecto de Chongos Bajo, no puede cargar los tres cráneos que conserva en su casa desde que él era niño y que ha pasado de generación en generación, porque hace poco se ha accidentado en el pie derecho y se mueve con la ayuda de unas muletas. Así que su esposa, doña Dora Muñico Lara, se ha cargado las calaveritas, como les dice, en su manta y los llevó a la espalda hasta el cementerio del distrito para la misa del Tullupampay, del hueso enterrado en castellano.
El Tullupampay es la ceremonia por el cual el párroco de la localidad, en este caso el reverendo Javier Cayo Noriega, celebra una misa para consagrar los restos óseos encontrados en la faena de limpieza del cementerio general, que cada año realizan los pobladores en los últimos días de octubre, y les dan cristiana sepultura.
“Ahora ya encontramos pocos huesos porque tenemos dos cementerios, uno de ellos nuevo”, dice don Julio Munive. “Antes -cuenta- cuando cada 28 y 29 de octubre se hacía la limpieza del cementerio antiguo, se encontraban huesos, calaveras, porque ya nos estábamos enterrando uno sobre otro y para los últimos entierros se cavaba donde ya otro familiar estaba enterrado hace mucho tiempo”.
Y el tres de noviembre se hace una misa para enterrar los huesos en una fosa.
Pero los cráneos se conservan en las viviendas, por la creencia de que cuidan de los ladrones. “Cuando va entrar un ladrón, hacen ruido, bulla. Mis abuelitos le ponían su onda y su piedra al lado de sus calaveritas para que cuando entre el ladrón le tire la piedra. Como creyente, seguimos cultivando esa noción de los abuelos”, explica don Julio Munive.
Don Julio conserva el cráneo de su bisabuelo paterno desde 1950 en que fue desenterrado 14 años después de su deceso. También el cráneo del hermano de su bisabuelo, desde 1915 y el tercer cráneo no identificado que lo mantiene para que o esté abandonado.