El Mantaro no suelta a los seis desaparecidos: chofer, profesor, agricultores y una niña

Van dos días de búsqueda y aún faltan seis pasajeros de la camioneta que cayó al Mantaro; en la orilla, los familiares cocinan, descansan y miran el río con la esperanza de que devuelva a sus seres queridos.
La camioneta cayó entre rocas y aguas turbias; tres cuerpos han sido recuperados y seis personas siguen desaparecidas.
Jhefryn Sedano
Jhefryn Sedano
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A esta hora, el río Mantaro parece tranquilo, pero guarda lo suyo. Desde el sábado, no suelta la camioneta ni a los seis cuerpos que aún faltan. En la orilla, cerca de la represa de Tablachaca, los familiares armaron campamento: cuatro grupos, fogones de piedra, ollas grandes y chicas. Allí cocinan, comen y esperan. Cada vez que el agua arrastra un animal muerto o un tronco, se levantan. Otean el río.

Historias

Edwin Casahuillca Orejón, de 42 años, manejaba la camioneta Toyota Avanza blanca de placa BZC-276. Era su sustento. Llevaba diez años recorriendo la ruta Cosme-Huancayo y viceversa. Su hermana Linda Rosaly, cantante de huaino con requinto, llegó desde Lima con la esperanza de encontrarlo. “Conducía despacio, era responsable”, dice. Edwin era el mayor de cinco hermanos. “Fue como un padre”, recuerda.

El vehículo caído era el sustento del chofer; seis pasajeros siguen desaparecidos.

Eusebio Romero Cóndor, de 39, vivía en Cosme. Tenía licencia de transportista, pero pasaba los días en la chacra. Esa madrugada del sábado decidió ir a Huancayo. Su esposa cuenta que no llevaba prisa.

Abdías Sotomayor Ponce, de 74, sembraba maíz y papa desde niño. Iba a visitar a una de sus hijas en Huancayo. “Mi papá trabajaba en la chacra, era fuerte”, repite su hija Angélica mientras recorre la orilla desde el mediodía del sábado, en Mantacra.

Gilberto Ponce Javier, de 45, daba clases en una escuela de Churcampa. Viajaba a Huancavelica para rendir un examen de quechua. Le quedaban treinta minutos hasta Izcuchaca cuando el vehículo cayó al río desde una altura de 100 metros.

Ana Pomachagua Galindo, de 42, subió a la camioneta en el kilómetro 40 con su hija de diez años. Iban a un matrimonio en Huancayo. En la orilla solo apareció uno de sus zapatos, negro, nuevo.

La niña iba en su regazo. Aprovechaba sus vacaciones. Dicen que se llama Yamile. “Es la hija de Ana”, alcanzan a murmurar.

Los comuneros de Cosme se irán, pero mañana temprano volverán, en sus camiones, con sus leñas, con sus ollas. “Mientras el río no los suelte, nos quedaremos aquí”, dice una vecina que ayer soñó que encontraba la camioneta. El sueño se lo contó a todos en quechua. A nadie le importa si es verdad o no.

Piden buzos

El clamor de los familiares es uno solo: que llegue personal especializado de la policía para ayudar a ubicar a los desaparecidos. Solos, les será difícil hallarlos.

La tarde del sábado 11, los familiares y la policía recuperaron los cuerpos de la enfermera del centro de salud de Cosme, Eskcarlet Espinoza García (24), la ama de casa Justina de la Cruz de Huallanca (70), y de la adolescente Carmen E. O. M. (16). “En Cosme nunca habíamos visto algo así”, suspira un comunero.