Tuve la oportunidad de compartir escenario en algunas ocasiones con Flor Pucarina, cuando integraba parte de orquestas típicas del centro, en Lima. La acompañé en el Coliseo Nacional, en la peña Vichita Huanca y otros, pero lo que más me quedó grabado fue cuando la artista Flor de La Oroya celebró su aniversario en un local de San Luis. Ese día había dos orquestas: una era la Selección del Centro del maestro Atilio Moreno, con músicos experimentados, entre ellos el maestro violinista Zenobio Dagha; y la otra éramos nosotros, una orquesta joven, los Universales de Huancayo, dirigidos por Nacho Reinoso. Flor Pucarina era nuestra madrina.
Cuando llegó el momento de la ceremonia artística, subimos ambas orquestas al escenario. Interpretamos juntos la música del aniversario, y luego Flor Pucarina subió a cantar. Las dos orquestas estábamos ahí, sin saber cuál de nosotros la acompañaría. Pucarina saludó al público con un trato familiar y alegre, y dijo: “Esta vez me va a acompañar la orquesta más joven, nada más y nada menos que los Universales de Huancayo”. Los músicos de la otra orquesta bajaron lentamente, mientras nosotros coordinábamos la tonalidad y los temas. Pero el maestro Zenobio Dagha no se bajó. Se quedó ahí, en su lugar. Entonces lo invité a tocar con nosotros. Le cedí mi lugar como primer violinista y me acomodé como segundo. Me dijo: “Gracias, joven. Eres un gran chico”. Fue en 1983 o 1984, más o menos.
Creo que Flor Pucarina nos eligió por una de estas dos razones: por su gesto de apoyar a los jóvenes o porque éramos sus ahijados. No lo sé.
Ella era algo especial y admirable.
Cuando grabó el huayno Ayrampito, yo era solo un adolescente y la escuchaba por radio Andina y ansiaba algún día conocerla. Efectivamente llegué a conocerla, e incluso acompañarla como marco musical en diferentes escenarios en Lima.
Cuando Pucarina salía del camarín, era imponente. Se abría el telón como en el cine en el Coliseo Nacional de Lima.
Era guapa. Yo pensaba: “Por fin estoy acompañándola”. Éramos pocos integrantes en las orquestas, y ella también cantaba solo tres o cuatro temas, no como ahora, pero todo era bien puesto. Espectacular, con maestría. Ella cantaba con pasión y siempre con respeto al público.