¿Quién no paseó por el Cerrito de la Libertad? Locales o foráneos, ese lugar es un emblema del valle del Mantaro, ya sea por su mirador, sus juegos infantiles, sus restaurantes, sus zonas de paseo y por su zoológico, que se presentó como orgullo wanka. Con el paso del tiempo, mientras el resto de sectores conservaron su carácter recreativo, la instalación de cautiverio se vino abajo con ambientes deteriorados, fallas de seguridad y un manejo sanitario deficiente, según constató la Contraloría General de la República en un informe de 2025. Lo que alguna vez fue un potencial terminó convertido en un aislamiento despiadado, y ahí radica el innegable problema: Huancayo —por su altitud y las condiciones climáticas que esta implica, y por las pésimas gestiones de sus autoridades— no está en capacidad de garantizar este tipo de espacios ni prolongar una reclusión que solo refleja crueldad.
No podemos continuar engañándonos con un zoo que nunca estuvo a la altura de lo que merecen las especies ni el público. Durante años, entre jaulas corroídas, heladas implacables, falta de veterinarios e instalaciones inadecuadas, quedó en evidencia una realidad dolorosa al convertirse en un atroz confinamiento. Y es que, en un distrito situado a 3,258 metros, los animales amazónicos o tropicales están condenados al sufrimiento. Las características del medio vuelven inviables su desarrollo, salvo con inversiones millonarias que el municipio jamás pudo sostener ni siquiera en lo básico.
“El zoológico del Cerrito de la Libertad, que alguna vez fue orgullo de Huancayo, terminó convertido en un cruel confinamiento: jaulas corroídas, heladas implacables y muertes de animales evidencian el fracaso de un modelo que nunca debió existir en los 3,258 msnm”
El segundo argumento es la mala gestión. Recientemente, la Contraloría documentó recintos sucios, infraestructura colapsada, personal insuficiente y ausencia de protocolos. La prueba más dura de ese abandono es la muerte: venados, monos, tortugas, pumas, aves de presa, coatíes, un oso de anteojos y un tapir. De acuerdo con los activistas, ‘Unidos contra la crueldad’, esas pérdidas son consecuencia del maltrato, hambre y situación deplorable, lo que manifiesta un sistema fallido. Convertirlo a albergue, tal cual hace unas semanas anunciaron los funcionarios huancaínos, no corrige esas carencias, apenas las disimula con un nuevo letrero.
Hay que mirar también el área de funcionamiento. El Cerrito es, ante todo, un paraje turístico. En esa línea, ser un refugio limitaría, aunque sea de manera leve, su acceso, cuando la urbe reclamar crecer y no retroceder. Si de verdad se quiere una morada de resguardo, corresponde construirse en otro sitio diseñado únicamente en esa labor, con un entorno apropiado y sin la presión de servir de exhibición. En cambio, el existente zoo puede reinventarse, por ejemplo, como un parque temático cultural e histórico, donde los visitantes recorran la identidad wanka a través de monumentos, arte y memoria, generando un gran gancho.
“Huancayo no necesita un zoológico, sino un santuario planificado que rescate animales del tráfico ilegal y garantice su bienestar. El Cerrito, emblema del Valle del Mantaro, debe reinventarse como un espacio cultural y turístico, no como cárcel de especies”
Finalmente, se exige trasladar a los ejemplares no altoandinos a territorios con ambiente idóneo, y para los propios de nuestra localidad pensar en proyectos sostenibles fuera del actual complejo que garantice su bienestar. Huancayo, por ser una ciudad importante, necesita contar con un auténtico santuario de rescate, capaz de recibir temporalmente a los animales decomisados del tráfico ilegal y/o dar protección a largo plazo en casos que lo requieran, pero tiene que ser un proyecto planificado y serio, sin improvisaciones. Lo que no debe mantenerse bajo ninguna forma en ese predio es un zoológico o modelo de encierro. El Cerrito, un distintivo, no está destinado a seguir encadenado a celdas oxidadas. Toca devolverle al centro del Perú un sitial que celebre la vida y no el enjaulamiento.

