Cada año, cerca de mil peruanos, en su mayoría de la sierra central, viajan a Estados Unidos para trabajar como pastores de ovejas. La experiencia en agricultura y ganadería sobre los 3.500 metros sobre el nivel del mar los convierte en mano de obra altamente valorada por los ranchos norteamericanos.
Estados Unidos implementó la visa H-2A en 1986, pero Perú se sumó a la lista de países elegibles recién en 2016. Desde entonces, la cifra de trabajadores peruanos ha crecido de manera sostenida. Según datos citados por The New York Times, este visado se ha vuelto clave para la industria ovina estadounidense, que depende de pastores extranjeros para cuidar hasta dos mil ovejas en vastas áreas rurales.
El vicecónsul de la Embajada de Estados Unidos en Perú, James Garman, visitó los distritos de Chicche, en Huancayo, y San Juan de Jarpa, en Chupaca, donde se reunió con comuneros interesados en acceder al programa. Garman explicó que la visa H-2A ofrece empleo legal, seguro y con condiciones verificadas por el gobierno estadounidense, pero advirtió sobre estafadores que cobran por “facilitar visas”. “El único camino es a través de empleadores certificados. La embajada no trabaja con intermediarios ni cobra por los procesos”, precisó.


Los comuneros que parten a EE. UU. trabajan en ranchos de Colorado, Wyoming y Utah, donde pastan ovejas. Los empleadores les proporcionan vivienda, transporte y salario mensual, con posibilidad de renovar contratos. La demanda de pastores peruanos no es nueva: desde 2016, cientos de campesinos de Junín y Huancavelica migran temporalmente para cubrir la falta de trabajadores en grandes extensiones ganaderas.
The New York Times también destaca el aislamiento que implica el trabajo. En lugares como Colorado, los pastores viven en remolques apartados, muchas veces sin acceso fácil a internet ni servicios básicos. “Pasamos semanas sin hablar con nadie más que con las ovejas”, contó Ricardo Mendoza, pastor peruano en las montañas.
A pesar de las dificultades, los trabajadores ven la oportunidad de ahorrar y sostener a sus familias en Perú. Con un salario mensual cercano a los 1,700 dólares, pueden enviar remesas superiores a lo que ganarían en sus comunidades de origen.

Garman insistió en que los comuneros deben informarse solo a través de los canales oficiales de la embajada y del Departamento de Estado. “Este programa abre puertas, pero requiere responsabilidad y conocimiento de sus derechos en EE. UU.”, señaló. Destacó además que la experiencia en crianza de ganado y agricultura es altamente demandada y que los empleadores cubren todos los gastos del proceso de aplicación. “Nadie debe pagar a intermediarios ni a falsos gestores. Cualquier cobro es señal de fraude”, advirtió.
Según el consulado, un trabajador con visa H-2A permanece en EE. UU. entre seis y diez meses, dependiendo del contrato. Al concluir su periodo, regresa a Perú y puede postular nuevamente en campañas siguientes si cumple con las condiciones establecidas por el empleador y la normativa migratoria.


