Junín: Bicentenario de la desobediencia y la rebeldía por la libertad

Resulta irónico que sea un gobierno deslegitimado y acusado por asesinar a compatriotas quien esté al frente de la conmemoración de la “desobediencia estratégica”.
La desobediencia estratégica de Rázuri es el elemento determinante para el triunfo del ejército patriota.
Jair Pérez Bráñez
Jair Pérez Bráñez
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La Batalla de Junín ha sido uno de los acontecimientos más importantes de nuestra historia, sobre ella descansan las bases de nuestra identidad y es la partida de nacimiento de nuestro departamento. Hoy que cumplimos su bicentenario, quiero referirme a un hecho medular que desencadenó el triunfo en Chacamarca y que lamentablemente no ocupa la relevancia que debiera, me refiero a la “desobediencia estratégica” de Razuri.

Las acciones bélicas en la pampa de Chacamarca que enfrentaron al ejército realista de Canterac y al Ejército Unificado de Bolívar se revisten de elementos que generaron la gloria a las fuerzas libertarias. Uno de los desencadenantes de ello es la arenga de Bolívar, pronunciada en Rancas tres días antes de la contienda, una arenga cuyos ecos resuenan hasta nuestros días: “¡Soldados! Vais a completar la obra más grande que el cielo ha encomendado a los hombres: la de salvar un mundo entero de la esclavitud.” Esta arenga, además, coloca a Junín en un escenario mundial, donde sus resultados van a dictar los destinos del mundo libre: “¡Soldados! El Perú y la América toda aguardan de vosotros la paz, hija de la victoria, y aun la Europa liberal os contempla con encanto, porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo. ¿La burlaréis? No. No. Vosotros sois invencibles”.

Otra característica significativa de la epopeya de Junín es que fue un enfrentamiento de espadas y sables, sin un solo disparo de bala o cañón, quizás fue uno de los últimos episodios bélicos con estas características. Además, encontró a dos ejércitos, donde algunos de sus miembros en batalla eran familiares o amigos, muchos de ellos probablemente sin comprender cabalmente su destino y el valor de sus acciones, lo que redimensiona su componente trágico.

Se encontraban también entre las filas del ejército patriota muchos montoneros y rabonas, probablemente algunos testigos y sobrevivientes de las proclamas de independencia de Jauja, Huancayo y Tarma. Contrastaba con ello la presencia de soldados profesionales que conformaban el ejército unificado con tropas peruanas, venezolanas, colombianas, argentinas, chilenas, entre otros países, y, aun así, las fuerzas patrióticas eran superadas en número por las realistas.

Este desbalance de fuerzas prácticamente había condenado a la derrota al ejército patriota. En este escenario, ya en plena batalla y con la clara dominación realista, el coronel argentino Isidoro Suárez, bisabuelo del genial escritor Jorge Luís Borges, comandaba un escuadrón de caballería que tenía las órdenes de mantenerse a resguardo. Viendo la presión realista, Suárez envía al sargento Andrés Rázuri al puesto de comando del General José de La Mar para solicitar instrucciones. De La Mar ordena enfáticamente la retirada para salvar a ese escuadrón. Sin embargo, Rázuri visualizando a su retorno una ligera ventaja ante las tropas enemigas, cambia lo dispuesto y comunica a Isidoro Suárez la orden de atacar a las fuerzas realistas. Este elemento sorpresa confundió al ejército realista y precipitó su derrota, mientras los otros batallones patriotas retomaban fuerzas y hacían huir a las tropas de Canterac. Al final de la batalla la historia refiere que el General José de la Mar llamó a Razuri para comunicarle que en otras circunstancias sería fusilado en el acto, pero el triunfo se lo debían a él.     

La desobediencia estratégica de Rázuri es el elemento determinante para el triunfo del ejército patriota. Lamentablemente, los partes de guerra y la historia oficial consignan este hecho en el marco de la leyenda, probablemente porque difiere de valores canónicos de la doctrina militar como la obediencia y la disciplina, sin embargo, han quedado grabados indeleblemente en la memoria histórica de la nación. Sin la desobediencia estratégica no habría triunfo de la Batalla de Junín. Sin Junín y sin Rázuri la consolidación de la Independencia hubiese demorado y probablemente la historia de Ayacucho hubiese sido escrita en otro tiempo, en otro lugar y con otros protagonistas.

José Andrés Razuri Esteves nació en San Pedro de Lloc en La Libertad en 1791 y desde la llegada de San Martín y la proclamación de la independencia en el Balcón de Huaura se entregó de lleno a la defensa de la patria y la libertad, participando al servicio de San Martín y luego al de Bolívar. Su desobediencia estratégica no ha generado el mismo impacto que otros héroes de nuestra historia, hay escasamente tres colegios en toda la patria que llevan su nombre, pocas calles que lo revaloran (ninguna por cierto en Huancayo), hay poca memoria histórica de él.

La desobediencia en el actual Código Penal Militar Policial es sancionada con pena de la libertad, aunque se prevé que “siempre que atente contra el servicio”. En algunos países hay jurisprudencia sobre la desobediencia, sobre todo cuando ella es producto de objeción de conciencia, es decir, cuando hay incompatibilidad de lo encomendado con preceptos éticos, morales o religiosos. Uno de ellos es la defensa de la vida, defenderla y desobedecer para defenderla es un imperativo categórico de la humanidad. La Constitución Política del Perú también da el marco jurídico para la desobediencia: el Art. 46 propone que “Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador, ni a quienes asumen funciones públicas en violación de la Constitución y de las leyes. La población civil tiene el derecho de insurgencia en defensa del orden constitucional. Son nulos los actos de quienes usurpan funciones públicas.” Probablemente, la desobediencia sea un antivalor que ha llevado a la discreción de la historia de Rázuri, sin embargo, con su ejemplo nos demuestra que, algunas veces, la historia la construyen los individuos, el azar, y el amor incondicional a la patria.

El Bicentenario de la Batalla de Junín nos toca profundamente a los juninenses, nuestro departamento es producto de este hecho histórico, Bolívar en homenaje a la epopeya de Chacamarca, el 13 de septiembre de 1825 confiere el nombre de Junín al departamento. Pero además la importancia de Junín se replica en el continente, por ejemplo, en Argentina existen ciudades denominadas Junín en Buenos Aires y en Mendoza, también la ciudad de “Junín de los Andes” en Neuquen en la Patagonia Argentina, y el departamento de Junín en la provincia de San Luís.  En Bolivia, existe la localidad de Junín en el departamento de Santa Cruz. En Colombia existen cinco ciudades llamadas Junín en los departamentos de Amazonas, Magdalena, Nariño, Putumaño y Tolima respectivamente. Ecuador posee el cantón Junín en la provincia de Manabí. Y Venezuela posee el municipio de Junín en el estado de Táchira, además de accidentes geográficos bautizados con el nombre de la gesta de Chacamarca. Sin duda, los hechos que protagonizaron Rázuri y los héroes de Chacamarca, no solo inspiraron nominaciones de ciudades, calles o colegios; fraguaron también el hermanamiento latinoamericano y nos heredaron un profundo amor por nuestra patria.  

Han pasado 200 años de la Batalla de Junín y de la acción heroica de José Andrés Rázuri y el contexto de esta conmemoración no es precisamente para celebrar. Resulta irónico que sea un gobierno deslegitimado y acusado por asesinar a compatriotas quien esté al frente de la conmemoración de la “desobediencia estratégica”. El ejemplo de la Batalla de Junín, la gesta de Rázuri y los miles de hombres y mujeres que dieron su vida por la patria nos invitan a reflexionar y construir un país democrático y libre para todas y todos. Y así como Rázuri lo hizo, la libertad también se construye con base en la desobediencia. Feliz Bicentenario de la Batalla de Junín.