Escribe: Amire Ortiz [abogada feminista]
El caso de la congresista Patricia Chirinos respecto a su denuncia por la violencia de la cual fue víctima por el premier Guido Bellido debe verse con amplitud, pues no hablamos únicamente de un acto que busca justicia sobre un hecho que debe ser sancionado, sino que hablamos de un acto político muy vil que instrumentaliza una causa sensible para fines distintos a los de luchar contra la violencia hacia la mujer, enquistada en nuestra sociedad.
Sabemos que Perú Libre no era propiamente un espacio en donde el feminismo y la lucha contra la violencia de género sean pilares de su accionar, pero de igual modo sabemos que Fuerza Popular, Renovación Popular, Avanza País y los demás partidos de esa derecha decimonónica, que aún sufre no tener el poder del ejecutivo, como de costumbre, no son espacios donde los derechos y las vidas de las mujeres importe. Incluso fueron los mayores promotores de violencia y acoso político hacia la única propuesta feminista en las elecciones presidenciales liderada por Verónika Mendoza.
A su vez, hablamos de responsables de acciones concretas de violencia hacia las mujeres y de personajes obstruccionistas para la instauración de políticas públicas que busquen germinar un desarrollo sostenible para el país con enfoque de género.
Chirinos, cuyo líder Hernando de Soto señaló en una conferencia de prensa que las mujeres en su gobierno aprenderían a respetar, y sobre lo cual no hubo mayor indignación, tiene amplios cuestionamientos con sus vínculos con la corrupción. No obstante, tales cuestionamientos no la invalida en su condición de víctima. Sobre ello, las feministas activistas hemos sido bastante objetivas, pues sabemos que para el machismo la víctima imperfecta también es causal de blindaje hacia los agresores. Por eso consideramos que debe realizarse las acciones correspondientes sobre el premier Bellido, de quien no es nada nuevo que se diga es machista.
Sin embargo, resulta sumamente indignante que quienes perpetúan la violencia de género en el Perú en los espacios de poder busquen cogerse del feminismo para utilizarlo como insumo de petardeo hacia el actual gobierno. Sería ingenuo pensar que se trata de una real defensa de los derechos de las mujeres, cuando su abordaje al tema no parte por cuestionar el problema sistémico de la sociedad, no busca darle respaldo y soporte a la víctima y víctimas símiles, no busca legislar en favor de las mujeres. Solo busca hacer de una causa sensible una herramienta para que su acción de desestabilizar el gabinete se disfrace de algo aparentemente correcto, cuando los intereses de fondo son otros.
Quienes acosan políticamente a la ministra Anahí Durand por su vida personal pasada, piden no cuestionar la relación que señalan como mercantilista de la ya viuda señora Chirinos por ser un acto machista, que en efecto lo es, por lo que demuestran que conocen muy bien las formas de violencia hacia las mujeres en espacios políticos, pero solo se indignan cuando les conviene. Mientras dan discursos de lucha contra la misoginia continúan perpetuando la violencia estructural hacia las mujeres peruanas.
Es repugnante que personas que validan las esterilizaciones forzosas, que blindan jueces, que liberan pedófilos, que naturalizan las violaciones sexuales, que acosan, que no cuestionan a los deudores de alimentos, que obstaculizan las reformas educativas, que ejercen de mil modos violencia constante sobre las mujeres que luchamos contra el machismo usen una causa noble para fines muy nefastos. Por eso resulta imperante generar conciencia de que la defensa hacia las mujeres es una consigna necesaria de trabajo constante, más no un discurso temporal para sucios juegos de la política.