El vienes uno de octubre se conmemoró el Día Internacional de las Personas de Edad y sobre esto es importantísimo analizar cómo vamos en materia de desarrollo sostenible como país y como vienen garantizándose los derechos fundamentales de las y los adultos mayores. Es fundamental valorar el rol social que tienen en la construcción de nuestras identidades, fortalecimiento cultural, procesos de aprendizaje y demás; sin embargo, no podemos romantizar su presencia si a su vez no identificamos las deficiencias en distintos ámbitos que por ejemplo conllevaron a que, en esta crisis sanitaria, más allá de la propia agresividad del virus, existan carencias sustantivas en cobertura de necesidades básicas que pusieron en riesgo sus propias vidas.
Más del 10% de la población peruana es adulta mayor y sobre ello al Estado le corresponde velar por una política integral de envejecimiento digno, en donde la seguridad social, tanto en materia previsional como en salud deben estar cubiertas en su totalidad, como también la inclusión, participación e interacción social de las y los adultos mayores que no merecen vivir en exclusión e indiferencia sino con cautela a su salud emocional y mental, y por último forjando la promoción de la educación, conciencia y cultura sobre el proceso de envejecimiento a la población en general para integrarla con empatía y conciencia social.
En este 2021 se hace hincapié en la equidad digital para todas las edades, por ende, debemos visibilizar la necesidad de las personas adultas mayores un mayor acceso al mundo digital que, sabemos, es la herramienta más importante de conexión con la sociedad. El acceso al internet y demás recursos tecnológicos son esenciales en tanto permiten el goce de diversos derechos y los servicios involucrados para el ejercicio de los mismos. Un adulto mayor con acceso al mundo digital mejora su calidad de vida, accede a atención remota en salud periódica sin exponerse a los riesgos sanitarios, accede a los servicios financieros y puede realizar transacciones cuidando su bienestar físico y también una salida al mundo desde la virtualidad le permite estabilidad emocional al estar en conexión con sus seres queridos, por nombrar algunos ejemplos.
Pero las brechas digitales son muy amplias en el país y junto a la precariedad económica en general, acompaña la vida de miles personas de edad en el Perú.
La actual emergencia sanitaria es sociosanitaria. La fragilidad humana no es solo biológica. Vemos una gran crisis social y política que repercute en el desarrollo de un sistema económico que ha generado precariedad en la protección social. Ello se evidencia en el débil sistema de salud pública y la necesidad de programas asistencialistas del Gobierno que parchan las deficiencias estructurales. La hegemonía neoliberal ha olvidado y dejado a un lado a toda población que no le resulta económicamente rentable y productiva y por ello las y los adultos mayores llegan a vivir incluso en estados de abandono que se amparan en la indiferencia de la gente.
Que la revalorización de la vida a propósito de esta crisis nos lleve a cimentar otras formas de conducirla, con un sistema económico que no avale la explotación, con derechos laborales dignos, con un sistema de seguridad social que abrace a toda la población sin discriminación, porque la vejez nos alcanzará y si no vemos el problema social, político y económico involucrado entonces seguiremos incrementando una población de adultos y adultas mayores pobres y en estado de necesidad que vivirán de la buena fe de quienes la tengan y nadie quiere eso para sus vidas futuras.