―¿Por qué a estos señores no les han metido un balazo en la cabeza? Explíqueme ―preguntó Phillip Butters al general Manuel Lozada, jefe de la Séptima Región Policial.
Estaba exasperado y hablaba con tono de reclamo.
―Bueno, la policía actúa siempre en defensa de la vida humana ―respondió Lozada.
―Ya ―dijo Butters. Su cara y su voz manifestaban molestia.
La pregunta de Butters, en realidad, era un reclamo. Cuando ocurrió, la policía todavía no había matado a diez personas en Huamanga, Ayacucho; a siete en Andahuaylas, Apurímac, y a dieciocho en Juliaca, Puno. Ni habían ocurrido aún asesinatos en Cusco, Arequipa, Junín, Piura o Lima.
Para Butters, los actos de violencia en las protestas contra Dina Boluarte eran actos de terrorismo. En su vocabulario, durante y después del conflicto, el sustantivo “terrorista” era irremplazable. Lo repetía una y otra vez en su programa Combutters, de Willax.
Cuando la protesta escalaba, los comentarios de Butters también.
Nadie sabía que, tres años después, el periodista sería precandidato presidencial de Avanza País, ni que llegaría al sur a pedir votos. Tampoco que sería echado de Juliaca por terruquear y reclamar por qué no habían abaleado a los manifestantes.
El voto del sur
En las anteriores elecciones, el voto del sur siempre se inclinó hacia la izquierda. Esta vez puede que no sea así. De acuerdo con el catedrático y analista político Alberto García Campana, esta campaña no será una confrontación de izquierdas y derechas. “Hace mucho que la izquierda”, explica García Campana, “ha perdido no solamente el rumbo, sino también su identidad, y ha fallado. Además, no hay en el escenario electoral una propuesta que encarne aspiraciones sociales”.
En el sur se encuentra el 17,8 % del electorado del país: 4 millones 419 mil 424 hasta 2022. Suficiente razón para escuchar qué piden y prestar atención a lo que piensan. Este bolsón equivale a casi el doble de la preferencia de Rafael López Aliaga, primero según las encuestas. Si hoy fueran las elecciones y solamente el 60 % del sur votara por un candidato, este pasaría a segunda vuelta.
En cada primera vuelta, cuatro o cinco de cada diez electores de estas regiones votan por un candidato. No es imposible que eso vuelva a suceder. La cuestión es: ¿quién será el favorecido esta vez?
Echado de Juliaca
Butters pensaba que iba a ser bien recibido en el sur. Llegó a Cusco a dar entrevistas a medios locales, donde lo trataron con condescendencia, hasta que acudió a Inka Visión, y el periodista Elio Zúñiga, con sus preguntas, hizo que perdiera los papeles y abandonara el set de televisión. A Butters no le gustaron las repreguntas. Horas después, en Radio Universal, con el periodista Carlos Carrillo, negó haber terruqueado las protestas sociales.
Confiado, quizá por el trato cordial que recibió en Cusco, viajó a Juliaca, donde la represión dejó dieciocho asesinados. Solicitó una entrevista con Radio La Decana. Allí fue encarado por su postura estigmatizante. Vecinos y padres de víctimas rodearon la radio. Butters no podía salir y se atrincheró en una oficina de la emisora. Unos cuarenta policías, o algo así, llegaron para protegerlo y sacarlo sano de la radio, mientras le llovían piedras, orines, basura y huevos. Tras ese episodio, Butters dejó Juliaca para irse a Arequipa.
El efecto del voto sureño
Es posible que el caso de Butters no sea el primero ni el último incidente en esta campaña que apenas empieza. Se acercan las elecciones y la polarización podría ser mucho mayor que antes. “Todo depende de qué escenario tengamos”, dice el historiador y comunicador Guillermo Román, “polarizados y enardecidos están varios grupos de ciudadanos”. Depende de lo que pase en adelante, continúa Román, puede que la frustración pase de la calle a las urnas. “La presión por justicia para las víctimas de la represión puede ser un gatillador para otras plataformas de lucha. La ira va a jugar un papel en esta campaña”, agrega.
En el sur puede despegar o hundirse una candidatura. Ya ocurrió antes. Ollanta Humala pasó a segunda vuelta en 2011 gracias a la votación del sur; Verónika Mendoza casi consigue hacerlo en 2016, y a Pedro Castillo le bastó, en 2021, arrasar en el sur para sacar pasaporte directo, como primero, a la segunda elección y ganarla.
En cambio, en 2016, la postulación de Keiko Fujimori se perjudicó. La candidata había llegado a un mitin en la plaza Santiago del Cusco. El lugar estaba lleno. Parecía que el antifujimorismo había desaparecido o disminuido. Keiko subió al escenario de noche. Cuando empezó a hablar, hubo silbidos y gritos de rechazo. Usando la potencia de los parlantes, Keiko quiso hablar. Los gritos aumentaron; empezaron a lanzar huevos y otros objetos. La candidata lo intentó una, dos, tres veces más. A la cuarta, supo que no la dejarían hablar. Bajó del estrado, subió a una camioneta y se retiró en medio de huevazos y gritos de rechazo. El mitin se acabó en ese momento, sin que hubiera empezado.
Después de aquella noche, Keiko fue rechazada en casi todo el sur. Al final, perdió la elección en segunda vuelta con Pedro Pablo Kuczynski. Fue esa vez cuando, tras su derrota, dijo que gobernaría desde el Congreso.
La vacancia de Dina Boluarte no ha cambiado el ánimo del electorado del sur, como hubiera querido la coalición conformada por Fuerza Popular, Alianza para el Progreso, Renovación Popular, Avanza País, etcétera.
Búsqueda de justicia
La escena en que Butters sale de la radio en Juliaca, protegido con casco y policías, puede ser una señal de qué quieren y qué no en el sur; de qué les espera a los candidatos durante la campaña.
No es, como se ha dicho, ira, odio o violencia. “Es”, dice el exprocurador anticorrupción de Cusco Henry Delgado Urrutia, “un acto de indignación ante un sistema que aniquila, esperanzas y sueños, en que las muertes no han sido esclarecidas, sumado al terruqueo añadieron la indignación de la población”. Para Helio Cruz, abogado especialista en derechos humanos, ha sido una respuesta a su clasismo y discriminación, a su intolerancia y al mensaje de odio que repetía todos los días.
En el sur no quieren lo que Lima o el norte quieren. En Lima y en el norte hay miedo, y tal vez voten por un candidato que prometa mano dura y acabar con el crimen organizado. En el sur hay ansia de justicia, porque hace tres años cargan con la injusticia como un ataúd insepulto, en una espera angustiosa. De los cincuenta asesinados en la represión policial, cuarenta y tres eran ciudadanos del sur. Predomina también un sentimiento de rechazo a políticos acostumbrados al recurso fácil de terruquear al que piensa diferente.
Por eso, dice el analista García Campana, la memoria colectiva pesará, y mucho, en las próximas elecciones. “La memoria colectiva se va a mantener, y para bien. La gente no olvida. Este ha sido un gobierno absolutamente nocivo y comprometido con el asesinato. No solamente se busca justicia contra los que dispararon, sino también contra quienes encubrieron esos hechos criminales”, señaló.
Para García Campana, lo que se debe buscar es el consenso a partir de un programa mínimo basado en el respeto a los derechos humanos, en la aplicación de la justicia y en el castigo a los responsables de las masacres. “Eso no tiene color político”, dice el analista, “aquel candidato o postulante que, por lo menos, ofrezca ni borrón ni cuenta nueva, ese es el que va a tener éxito; el que ofrezca garantías a la gente de que los crímenes se investigarán y castigarán. Creo que por ahí está el camino”.
* Informe político de análisis publicado en simultáneo con el portal aliado Lima Times.