La ONU ante Gaza: el veto de EE. UU., impotencia global y credibilidad perdida

La guerra en Gaza expone la ineficacia de la ONU y el peso del veto estadounidense, que convierte al Consejo de Seguridad en un escenario sin poder real de decisión.
EE.UU. El veto que anula la paz
Erick Gamarra
Erick Gamarra
Periodista
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Lo que puedo aportar es mi llamamiento para que la ONU se ponga de pie con coraje y deje de ser un títere de las grandes potencias”, manifestó Adolfo Pérez Esquivel, Premio Nobel de la Paz 1980, en un mensaje en 2023 en el que exhortó a Naciones Unidas (NN. UU.) a actuar con valentía y liberarse de la manipulación de los países dominantes. Esa advertencia no ha perdido vigencia, porque el organismo que en 1945 nació con la intención de preservar la paz y la seguridad internacional, fomentar la amistad entre sus miembros, promover la cooperación global y dar voz a los estados, se transformó en un escenario saturado de discursos, propagandas de interés particular y vetos, donde los fuertes imponen sus decisiones y los débiles escasamente alcanzan a denunciar.

Y ver la ineficacia de las NN. UU. no demanda rebusques, basta mirar a Gaza y Cisjordania. Han pasado décadas y décadas desde que se aprobaron resoluciones y comunicados a favor de la patria palestina, junto a condenas al accionar israelí, y ninguna cambió la realidad. Todo se amontona en archivos polvorientos, en tanto, la gente sigue atrapada en la misma situación de ocupación, bloqueos y bombardeos. En la ONU se discute y se vota, pero en las calles los niños crecen en las ruinas, las familias entierran a sus muertos y los refugiados se multiplican sin destino. Ese abismo que separa la solemnidad de los foros diplomáticos y el genocidio en la Franja es la prueba más clara de que la organización no tiene el alcance de influir en el mundo.

 

“En la ONU se discute y se vota, pero en las calles los niños crecen en las ruinas, las familias entierran a sus muertos y los refugiados se multiplican sin destino.”

 

Y en medio de esa parálisis se alza un actor central: el veto de Estados Unidos. Ese mecanismo convierte cada sesión del Consejo de Seguridad en una representación inútil, en el que la mayoría carece de valor y sea cual sea el consenso termina anulado por la pretensión de un país. Hace algunos días, la administración de Donald Trump volvió a hacer uso de ese “privilegio”, acumulando ya seis rechazos a detener esta barbarie. En esta ocasión sepultó una determinación que reclamaba un cese al fuego inmediato, absoluto y permanente en Gaza; la apertura sin trabas al ingreso de ayuda humanitaria y la salvaguarda al distribuirla; así como la liberación inmediata de los rehenes retenidos por Hamás.

Es moralmente reprobable que Estados Unidos —una vez más— haya abusado de su derecho de veto para dar luz verde al genocidio. Los resultados de la votación —14 contra 1— muestran que Estados Unidos está solo en esta cuestión. Ya es hora de que la Asamblea actúe con decisión”, manifestó A. Callamard, secretaria general de Amnistía Internacional. Hay que señalar que ese poder de obstrucción se encuentra en manos de los miembros permanentes del Consejo: China, EE. UU., Francia, Reino Unido y Rusia. Con un voto negativo pueden anular cualquier resolución, sin importar la postura del resto del planeta. Esa exclusividad es injusta ya que pone los intereses de unos sobre los demás y reduce el ideal de igualdad de los pueblos a una simple ficción conciliadora.

 

“Es moralmente reprobable que Estados Unidos —una vez más— haya abusado de su derecho de veto para dar luz verde al genocidio.”

 

La incapacidad de Naciones Unidas en actuar se refleja también en Ucrania o en otro territorio donde la guerra arrasa y la diplomacia calla. La ONU debe poner la vida por encima de las conveniencias de las potencias, aunque con ese propósito no bastan retoques mínimos; se requiere, al menos, empezar por una reforma básica: que todos los estados tengan el mismo peso en sus votos, que la ventaja del veto no siga funcionando de escudo de cinco países y que las disposiciones se cumplan en la práctica y no terminen archivadas. Sería apenas un inicio, un primer paso con el fin de intentar encaminarse hacia la finalidad que alguna vez soñó tener. Mientras eso no ocurra, seguirá siendo un edificio iluminado en Manhattan, pero apagado para los infantes que en Gaza duermen entre escombros.