El viernes 8 de agosto, en plena temporada más seca del año, la comunidad nativa de Bajo Quimiriki, en el distrito de Pichanaqui, fue escenario de una jornada de capacitación práctica para enfrentar una de las amenazas más recurrentes en la Selva Central: los incendios forestales.
Bajo un sol implacable, más de 40 comuneros de las comunidades Asháninka y Nomatsiguenga de Cubantía, San Lorenzo de Autiki, Capachari y Bajo Quimiriki —esta última como anfitriona— participaron en un día de campo para aprender a construir fajas cortafuego, una técnica clave para impedir que el fuego se propague. La actividad fue organizada por el Programa Bosques Productivos Sostenibles (BPS) del Serfor, en el marco del Día Internacional de los Pueblos Indígenas.
“Históricamente, agosto y septiembre son los meses más secos del año, pero el año pasado fue excepcionalmente seco”, advirtió Leoncio Ugarte, especialista del BPS. Añadió que, aunque la temporada de lluvias suele extenderse un poco, “este año será corta pero, muy intensa”, lo que aumenta el peligro de incendios sin control entre agosto, septiembre e incluso octubre.

La capacitación no se limitó a la teoría. Los comuneros pusieron manos a la obra para aprender, paso a paso, cómo trazar la zona estratégica, limpiar y remover el material combustible —ramas, hojas secas, rastrojos— y compactar el suelo. “En estos meses hay mucho material seco que en cualquier momento puede ocasionar un incendio. Una de las previsiones más importantes es removerlo para disminuir el peligro”, remarcó Ugarte.
La jornada también abordó el ordenamiento del territorio. El mensaje fue claro: las zonas más fértiles deben destinarse a cultivos agrícolas; las pendientes, a plantaciones forestales; y las áreas más altas, a conservación, para mejorar el ciclo hídrico, capturar carbono y proteger la fauna.
El contexto regional hace más urgente este tipo de acciones. Según el Serfor, entre enero y julio de 2024, Junín registró 248 incendios forestales, ubicándose entre las cinco regiones con más casos del país. Septiembre fue el mes más crítico, con 842 incidentes, la mayoría provocados por quemas agrícolas no controladas. El cambio climático agrava el problema: sequías más prolongadas y temperaturas más altas hacen que incluso zonas de la Amazonía, antes más resistentes, sean ahora más vulnerables.

En las áreas donde el Programa de Incentivos Forestales (PIF) interviene, los resultados son alentadores. “En los sitios donde hemos trabajado no se han reportado daños. Ha habido incendios cerca, pero medidas de prevención como la faja cortafuego ayudan mucho a evitarlos, incluso si el fuego se aproxima”, afirmó Ugarte.
En Junín, el PIF beneficia a 17 organizaciones —12 comunidades campesinas y cinco nativas— que instalarán 1,700 hectáreas de plantaciones forestales. Las comunidades Asháninka y Nomatsigenga sembrarán 500 hectáreas de cedro colombiano y pino tecunumani, especies que combinan rentabilidad comercial con beneficios ambientales, como la recuperación de suelos y la regulación hídrica.
La comunidad anfitriona, Bajo Quimiriki, integrada por 85 familias dedicadas al cacao y los cítricos, instalará 110 hectáreas de cedro colombiano con plantones certificados, para acceder a mercados de madera de alto valor.

El día dejó aprendizajes técnicos. Entre demostraciones y charlas, las comunidades compartieron juegos y saberes ancestrales como el tiro con flecha y el chotanka, lo que reafirma su identidad y su rol como guardianes del bosque. En un año en que la sequía amenaza con más fuerza, el compromiso de estos pueblos originarios es también una línea de defensa viva contra el fuego.