Pío Altamirano Melgarejo lleva más de cincuenta años promoviendo la música vernacular de Huancayo. Fue parte de la efervescencia del rock local en los años setenta, fundó el grupo Llaqta Wayra en los ochenta y dirigió por catorce años la peña El Espigón de Andrés, establecimiento que marcó el inicio del auge de las peñas de la ciudad.
Hoy lamenta que Huancayo, pese a ser reconocida por la Unesco como Ciudad Creativa de la Música, no cuente con una facultad de música ni un escenario adecuado para espectáculos de nivel internacional.
La música tiene vida propia, las orquestas están llenas de contratos todo el año, pero las instituciones no hacen su parte, critica.
Pío, quien tomó parte del grupo promotor para que en 2021 la Uneso reconozca a Huancayo como Ciudad Creativa de la Música advierte que, de los cuatro compromisos asumidos por la ciudad para mantener dicho reconocimiento, solo uno —la construcción del Parque Bicentenario— tiene algún avance. “Volvimos a cero con la facultad de música, no hicieron ni el estudio de mercado”, señala. Tal responsabilidad recae en la Municipalidad Provincial de Huancayo.
Promotor del disco homenaje al extinto compositor y maestro del violín, Zenobio Dagha Sapaico por su centenario, Altamirano asegura que Huancayo tiene el talento artístico de sus músicos y colectivos culturales, pero hace falta la gestión de las instituciones públicas.
Tenemos músicos, tenemos historia, tenemos fiestas todos los días. Lo que falta es voluntad política para hacer sostenible esta riqueza, señala.
Del rock a la música andina
Los inicios musicales de Pío, se remontan a su adolescencia, en casa y en el colegio Salesiano, donde estudió. Aprendió clarinete, batería, guitarra, y muy pronto integró agrupaciones juveniles. En los años setenta, fue parte del movimiento de rock local, tocando con La Gran Familia, surgida de los ex-Datsun.
Huancayo tuvo un tiempo muy fuerte de música rock, con bandas como Los Datsun, La Quinta Rebelión, los Fairi, entre otros, recuerda.
Ya en la universidad, su camino dio un giro. Junto a los hermanos Villavicencio y Eduardo Valentín, fundó el grupo Llaqta Wayra, con el que grabaron un mini-play de seis canciones andinas, alejándose de la influencia de la música latinoamericana que dominaban los medios en los ochenta.
Nos metimos al campo de lo vernacular, lo propio, lo que habíamos escuchado en casa desde niños.
Defensor de lo vernacular
Altamirano explica que en Huancayo se estableció una diferencia clara entre lo “latinoamericano” —influenciado por grupos bolivianos como Los Kjarkas— y lo “vernacular”, entendido como la música auténtica de la región, como las interpretaciones de Flor Pucarina y Picaflor de los Andes, entre otros.
Hicimos una apuesta por nuestra música. Mandolinas, violines, acordeones, lo que tiene Huancayo. Eso es lo nuestro.
Años más tarde, junto al músico Adolfo Salazar, integró el dúo Encuentros, con el que incorporaron instrumentos como saxofón, clarinete y violín, y grabaron nuevas producciones basadas en la sonoridad del Valle del Mantaro.
Iniciador de las peñas
Con El Espigón de Andrés, Altamirano fue pionero de las peñas musicales de Huancayo. “Primero fue pizzería, pero luego se convirtió en un espacio cultural completo: música en vivo, exposiciones de arte, presentaciones de libros”, cuenta. El modelo se replicó, y en pocos meses, el centro de la ciudad albergaba más de siete peñas.
“Era una bulla increíble, los vecinos ya no aguantaban tanta música”, recuerda. Con nostalgia, comenta el reciente incendio de Los Antojitos, la segunda peña de aquel boom, una esquina de las calles Arequipa y Puno, que ahora solo queda en la memoria, el recuerdo. Hoy, solo están en pie sus paredes de contorno: el fuego los consumió todo, la madrugada del viernes 4 de julio.
Altamirano también participó en la elaboración del expediente para que Huancayo sea reconocida por la Unesco como Ciudad Creativa de la Música. En esta tarea, uno de los lugares íconos fue el parque de la Inmaculada, donde músicos vernaculares se reúnen desde hace años ofrecer sus servicios musicales, en mayor auge en épocas de santiago. “No hay otro lugar así en el Perú. Se ha formado un clúster musical espontáneo, con estudios, bares, restaurantes. Solo falta ordenarlo y hacerlo turístico”.
Pero lamenta que los otros compromisos asumidos por la Municipalidad de Huancayo, como una escuela de música, promover un espectáculo internacional, entre otros, no avancen. “Si mañana viene Mon Laferte, ¿dónde la presentamos? No hay un espacio escénico de nivel en Huancayo. No lo tenemos.”
La deuda con Zenobio Dagha
Otro hito de la carrera de Pío Altamirano es la producción del disco Hermano Shray, grabado en homenaje al maestro Zenobio Dagha, conocido como el patriarca del huaylarsh moderno, pues es el creador de su música. “Iba a grabar con él, ya estábamos en ensayos, pero se enfermó y falleció. Me dolió muchísimo. Me prometí hacerlo algún día”. Dagha falleció el 10 de noviembre de 2008.
El proyecto se concretó en 2020 gracias a los estímulos económicos del Ministerio de Cultura. Grabamos incluso Los novios, un vals académico que él había compuesto para contrarrestar lo mal que tocaban el Danubio Azul por aquí, cuenta entre risas.
Pío Altamirano considera que la cultura musical en Huancayo es viva y vigorosa, pero sobrevive sin apoyo institucional.