Regresó luego de 35 años: familia da sepultura al centinela Mequías Barra, asesinado por Sendero en 1990

Los restos de Mequías Barra Ramos fueron restituidos a sus familiares tras haber sido exhumados de una fosa común en Satipo. Su hijo, que tenía un año y medio cuando lo mataron, por fin pudo despedirse.
Familiares de Mequías Barra le dan digna sepultura y cierran un duelo de 35 años
Percy Salomé
Percy Salomé
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Mequías Barra Ramos ha regresado. No importa que se haya demorado 35 años; su único hijo, Rubén, ahora de 37 años, se lo agradece. Su hermana también está agradecida porque cumplió la promesa que le había hecho en sueños, de volver a casa. Su regreso ha reunido a la familia: aquí están su esposa, sus dos nietas, hermanos, primos, su nuera…

¡Pero cómo ha regresado! En un cajoncito blanco que contiene los huesos de su esqueleto, su cráneo, unas botas de jebe, su chompa de lana ya desgastada por los años. Esa ropa permitió que su esposa lo reconociera cuando en 2024 fue exhumado de la fosa común donde estaba enterrado desde 1990, tras una violenta muerte en un ataque de Sendero Luminoso

“Estoy orgulloso de mi padre, porque luchó como un hombre valiente, se enfrentó al terrorismo”, dice Rubén. No guarda en su memoria una imagen del rostro de su papá, porque se quedó huérfano de 1 añito y seis meses; pero todos le dicen que es igualito a su progenitor: hasta heredó su carácter, un buen padre, trabajador.

La madrugada del viernes 6 de abril de 1990, Mequías, un jovencito de 21 años de edad, padre de un pequeño niño, era el centinela, el vigía que debía estar alerta a posibles ataques de Sendero Luminoso contra la escuela de Alto Paureli, en Satipo, donde los comuneros dormían en grupo para resguardarse de las amenazas que habían recibido de los senderistas por negarse a ser parte de ellos. Es más, cansados de las incursiones de los terroristas, habían organizado un comité de autodefensa y recibido pésimo armamento del Ejército. Una semana antes, habían ajusticiado a un senderista luego de capturarlo, en señal de rechazo a este grupo subversivo. Por eso, temiendo una venganza de Sendero, decidieron ya no vivir en sus casas, sino estar juntos en la escuela: solo por turnos iban a sus chacras.

Socióloga Rosalucía Sánchez, de la Dirección de Búsqueda de Personas del Minjus, acompaña a Estela Común y Rubén Barra, esposa e hijo de Miqueas Barra, respectivamente.

“A las 4 de la mañana empezó ese ataque a todos los comuneros que estaban reunidos, mujeres, niños… las señoras estaban en plena cocina para que vayan a la chacra. [Fue] una lluvia de balas, hasta las ollas fueron agujereadas, los niños que estaban en la espalda recibieron balas”, recuerda Estela Común, de pie, junto al féretro de quien en vida fue su esposo. Los atacantes tenían armas AKM y bombas caseras, y superaron en número a los comuneros.

“En esa esquina de la torre, él [Mequías] sintió que ingresaban de arriba, de abajo, los terrucos, bien armados. Él tenía solo un revólver y un machete, no podía defenderse con eso. Mi vecino ha visto cómo fue asesinado mi esposo. Lo metieron bala por acá [el pecho] y no murió. Le tiraron un culatazo por la nuca, no murió. ¿Y qué hicieron? Lo agarraron entre dos, lo arrastraron en el suelo, agarraron una piedra y le tiraron en el cráneo”.

En total, fueron 25 víctimas, incluidos siete menores de edad, uno de ellos de tres añitos.

En su relato, la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), indica que los senderistas obligaron a los hombres a ponerse en una fila, les hicieron echarse en el suelo y los ejecutaron con cuchillos y machetes. Dos semanas después, el Ejército abrió una zanja con una retroexcavadora y los cuerpos fueron enterrados allí, después de la autopsia.

Treinta y cinco años después, los restos de 21 víctimas fueron restituidos a sus familiares en una ceremonia en la Iglesia de Satipo, el último viernes. Uno de ellos, Mequias Barra. Él y los féretros de otras tres víctimas fueron traídas a Huancayo para su digno entierro, con el que sus familias cierran, por fin, su largo periodo de duelo. Uno viajó todavía hasta Salcabamba, en Huancavelica, dos a Huancán y el centinela de aquel 6 de abril descansa en el cementerio Huichocruz de Azapampa, en Chilca.

“Hasta siempre papito Mequías Barra Ramos. Te recordaremos eternamente, yo y toda mi familia”. Se despide Rubén.