“Estas alcachofas ya han dado su tercera cosecha”, dice Martha Ñahuinripa, con su azadón en la mano y sus botas de jebe, su mirada atenta en el avance del agua por los surcos de la nueva variedad de alcachofa sembradas por primera vez en un terreno de la Estación Experimental Santa Ana, del Instituto Nacional de Innovación Agraria (INIA), en Huancayo.
En estos días de estiaje, Martha se encarga de regar cada 15 días esta plantación de alcachofas con espinas, sembrada allí hace siete meses y está punto de ser cosechada por cuarta vez. Las plantas solo esperan fecha y hora para ser presentadas y entregadas a los agricultores del valle del Mantaro.
El desarrollo de esta nueva variedad comenzó en 2016, año en que un equipo del INIA Huancayo ganó el financiamiento para un proyecto de investigación que buscaba lograr plantas de alcachofas altamente productivas, adaptadas al clima del valle del Mantaro y que, entre otras características, presenten frutos compactos y uniformes.

Con tales características, estas alcachofas tendrían un alto potencial para la exportación y así recuperar el buen protagonismo que la región Junín tuvo en la producción de este cultivo, cuyo mejor años fue el 2011, cuando alcanzó una producción de 9,242 toneladas, que representó un incremento del 28.9 % respecto al año anterior (7,170 t). Luego, decayó y muchos productores regresaron al cultivo de la papa y el maíz.
La primera tarea del equipo investigador, a cargo de la ingeniera agrónoma Zuly Alve Quispe, fue recorrer diferentes campos de alcachofas de la provincia de Concepción, zona que tuvo gran propagación este cultivo, para seleccionar las mejores plantas con la mejor uniformidad, que produjeran un mínimo de diez cabezuelas por planta, y un mínimo de cinco hijuelos. Coleccionaron alrededor de 200 ejemplares.
“Buscamos plantas con más de diez cabezuelas y más de cinco hijuelos. De más de 200, seleccionamos diez con el mejor rendimiento. Luego pasaron por cultivo in vitro en el laboratorio de la estación de Santa Ana y obtuvimos dos líneas élite. La línea 250 fue la mejor y hoy se llama INIA 106 – Concepcionina, la nueva variedad”, detalla Alve Quispe.

La variedad tiene buena adaptación al clima del valle, alta productividad y calidad para procesamiento industrial. Los investigadores han probado su uso en harina, yogur, jugos y té, para darle un valor agregado y mejorar la rentabilidad para el productor. Además, dice Alve, las casas farmacéuticas pueden extraer algunos componentes de la alcachofa con fines medicinales.
“De la alcachofa todo es aprovechable; las hojas sirven como desparasitante natural para cuyes y vacunos, los tallos, una vez secos, pueden usarse como leña y cuando están tiernos, incluso en la cocina”, dice la ingeniera.
“El momento es ahora. Si nos articulamos como cadena de valor, podemos volver al mercado no solo con fondos de alcachofa, sino con productos transformados”, remarca Alve.
En Junín, la alcachofa fue un cultivo importante entre 2008 y 2012, pero perdió espacio por el retiro de compradores industriales, falta de plantas procesadoras y caída de precios, además de malas prácticas agrícolas como el uso excesivo de agroquímicos. La tarea es también evitar errores del pasado.
