Su nombre completo es Edwin André Fiestas Valer, nacido en Lima en 1992, surgido en el circuito poético limeño, en la segunda década del presente milenio. Es licenciado en periodismo por la Universidad Jaime Bausate y Meza. Ha publicado dos libros de poesía. Y en un momento de descanso en la preparación de su tercer libro, le lanzamos estas preguntas, tanto para conocerlo a él, en su pensamiento poético, como también saber más de esta nueva e interesante promoción de poetas. Al final va un poema de su autoría.
Cuando en reseñas literarias se refieren a un poeta joven, antes esta denominación era para poetas menores de 25 años, aproximadamente. Desde hace más de dos décadas el límite para ser considerado “poeta joven” se ha extendido. Se llama “poeta joven” aun a mayores de 30. Esta es una pregunta algo superficial, ¿te consideras poeta joven?
Pienso en Wilde cuando dijo “el anciano cree todo; el de mediana edad sospecha todo; el joven sabe todo”, pero ello reviste una ambigüedad que no abarca todo el sentido de la juventud o tal vez solo lo encasilla a la belleza de la duda (esa es la ambigüedad).
Partiendo de ello, considero que se va perdiendo la juventud conforme se escribe, pues las ideas, los tópicos y las lecturas van cambiando, y voy, por decir de algún modo, en búsqueda de la certeza, pero apoyándome en la duda, para no perder el sentido que menciono.
Después está el cómo te ven los demás, entonces podría decir que soy joven en camino de no serlo o probablemente ya no lo sea.
Entre tu primer libro Cenotafio (2018) y el segundo Cuaderno de viaje (2024), ¿qué particularidades operaron en cuanto a tus escrituras, en los insumos para construir cada libro?
Tras la publicación de mi segundo libro me animé a releer el primero. En Cenotafio está, trastocado, mi forma de interactuar con el entorno: la familia, la pareja, el trabajo, la sociedad en su conjunto. En esos poemas tenía 22 años y traía conmigo las lecturas de “mandato” (Vallejo, Adán, Rimbaud, Baudelaire).
Vuelco en esos poemas mi presunción ante una sociedad desigual y naturalmente jerárquica; un amor construido en la superficialidad y el aburrimiento; una familia fragmentada desde donde trasciende un individuo tal cual resquebrajado; y que termina derivando en la muerte del sujeto poético que se arroja a las manos de la mujer amada para pedir el ajusticiamiento o, incluso, se podría leer como suicidio.
Seis años después, Cuaderno de viaje tiene la intención de libertad, de esperanza, y de sacudimiento de la monotonía y los líos, para alcanzar ya no tanto la postura final que se advierte en mi primer libro, sino la búsqueda de una certeza, de una identidad, de un tiempo pasado colocado en el presente y que, aun roto, se puede recomponer.
Este segundo libro aborda los temas mencionados desde el hecho del viaje, porque en efecto viajé para buscar nuevos escenarios e información que responda a las inquietudes. El viaje central fue al norte peruano, desde donde discurre el desarrollo del libro y pasa por primero hacer una confesión o reconocimiento propio, para luego dar cuenta del entorno, un entorno conocido porque del norte procede parte de mi familia.
En otras secciones se desarrolla el vínculo que me une a la poesía desde las figuras de César Vallejo, Luis Hernández, Víctor Jara, José Watanabe y Miguel Hernández, porque comparto lo que dijo éste último: “Ante la sombra de dos poetas nos levantamos otros dos, y ante la nuestra se levantarán otros dos mañana […]”.
El símbolo del cenotafio de tu primer libro aludía, en parte, a la ausencia de un sujeto poético, y que se va revelando, poco a poco, a través de la construcción del lenguaje. Era como acceder a otro tipo de realidad, semejante tal vez a la virtual. Tú eres licenciado en periodismo. Esto que digo apunta a que no estás muy activo en las redes, en Internet, siendo de una generación en que poetas y no poetas están muy presentes. ¿A qué se debe?, ¿es una posición de poeta? Y otra pregunta: ¿cómo ves la poesía de tus coetáneos?
Desde niño evado el protagonismo; de pronto en algunos momentos toca, como en las dos veces que tuve que presentar mis libros o en los recitales (a los que ya no asisto), pero culminado ello vuelvo voluntario y reiterado a la soledad, para romperla cuando quiera y frecuentarme con quien elija.
Mi actividad en redes sociales es nula, si eso me hace ver ajeno, discrepo, porque me identifico como parte de, soy ser social desde que escribo y me preocupa profundamente la sociedad y mi entorno, con ello me refiero a los grandes problemas del país. No va por una posición de poeta, simplemente no creo en las redes sociales, quizás esté debiendo algunos “me gusta” y no me he enterado.
La poesía hecha por mis coetáneos o contemporáneos, con tan rica tradición, no puede desentonar, hay voces interesantes, noto que cada quien está, como corresponde, en su línea y se mueven, se relacionan, se proveen de escenarios. En cuanto a difusión están quienes se frecuentan y organizan recitales siendo partícipes y público a la vez, y bien por eso.
Una pregunta clásica: ¿qué autores son tus influencias?, ¿y por qué ellas o ellos?
Tengo muy presente la frase de Wilde “Al que es capaz de llamarle pala a una pala, deberían obligarle a usar una”, refiriéndose al realismo en la literatura, por ello dije líneas arriba “trastocado”, porque eso es, hay que alterar la realidad, en pro de la belleza a través de las palabras, de las sensaciones originales, y siempre sujeta al orden de las experiencias; así evitamos escribir por ejemplo “alma” en un poema.
Otras influencias, por situación vital, principalmente, son el poeta español Miguel Hernández y José Watanabe. Junto a ellos, leo y releo a Antonio Cisneros, Luis Hernández, Martín Adán, tengo sus libros como en consulta permanente. Las influencias van cambiando en el tiempo, hasta cierto punto considero que se hacen en lo cotidiano. Por estos días estoy leyendo a Jaime Sabines, antes a Laura Andrea Garzón.
Para ti ¿qué es la poesía?, ¿crees que el poeta cumple una función para el cambio social o político?, ¿la poesía construye una utopía?
La poesía está en los detalles. En un gentío que pasa por una pequeña calle y la abarrota; en una mariposa delicada que vuela en un parque sucio, extrayendo, a pesar del polvo, el néctar de las flores. Hay que estar atentos a donde vayamos.
El poeta es el que da rostro y tono a aquello que surgió sin voz o la tiene baja y él la eleva o construye. Tiene función y no la tiene a la vez; por un lado, está el posible lector, porque eso de obligar a leer a quien no desea hacerlo, es terrible, y, por otro lado, está el poeta como tal que camina, labora en un empleo alimentario netamente, para después en su mejor tiempo (es decir mientras trabaja) escriba lo que no se lee.
Para quien la ejerce, creo que la poesía tiene de utopía lo que la medicina de procedimientos, ambas pueden sanar, pero también matan, en medio del error están las palabras y la vida.
-.-
De Cuaderno de viaje
Para Miguel Hernández
TU ROSTRO PINTADO
tu palabra enarbolada
adelante, siempre adelante
La soga atada
al despertar
te verá libre
Como estornino
dibujando el aire
del cielo que se erige
Debe deambular por aquí
quién te conozca
quién, al verte, se pregunte
Y te reciban
proyectado entre sus brazos
los pueblos y ciudades
Aunque el trazado diferente
es a pie reconocido
ya no serán caminos inacabados
Porque tu vuelta es
incesante rayo
poderosa canción
Abierto el corazón
honesto y dolorido
se inclinará ante el tiempo detenido
Nadie podrá decir
que te vencieron
o de la cárcel nadie debería
Pero los hay por litros
y discurrirán de sus piedras
a las piedras de la cañada
La puerta abierta de tu casa
te reconocerá también
al pasar serás el nuevo llamado
Los hermanos, los padres, los amigos
que dejaste, no se fueron, aquí estamos
en el huerto y la higuera
Tu esposa, los pequeños
están dormidos, tócalos
que sepan que has vuelto
Más vencedor que antes
probo, inquieto
naturalmente humano
Y comprenderás que la lucha continúa
que aún acechan la injusticia
las heridas, el hambre.