En las alturas de Quispicanchis, Cusco, un burrito de rebuzno estruendoso y una llama de pelaje suave se han convertido en los héroes de una iniciativa educativa que está transformando la vida de cientos de escolares. Platero y Pituca, como se les conoce, son las bibliotecas itinerantes que recorren comunidades altoandinas cargando libros de cuentos y revistas, despertando el amor por la lectura y mejorando los índices de comprensión lectora en zonas rurales.
La estrategia “Quispicanchi lee, comunidad que aprende”, liderada por los maestros Vilma Apaza, Valerio Huamán y Vilma Arphi, nació en 2021 como respuesta a los bajos resultados en comprensión lectora registrados en la Evaluación Censal de Estudiantes (ECE-2018), donde solo el 21 % de los estudiantes alcanzaba un nivel satisfactorio. La falta de estrategias pedagógicas innovadoras y espacios para fomentar la lectura motivó a este equipo a idear una solución que combinara tradición y creatividad.
Bibliotecas de cuatro patas
Desde su inicio, Platero y Pituca han recorrido los gélidos distritos de Ccatca, Ocongate y Quiquijana, ubicados a más de 4,000 metros de altura, llevando conocimientos con un enfoque intercultural. Sus alforjas repletas de textos revalorizan los saberes ancestrales y han capturado la imaginación de los niños, quienes corren a acariciarlos y explorar las historias que transportan.
“Cuando llegamos con el burrito y la llama, los niños se emocionan, juegan con ellos y toman los libros porque saben que traen miles de historias”, cuenta Vilma Apaza. Esta iniciativa, ganadora del Concurso de Buenas Prácticas de Gestión Educativa 2023 del Ministerio de Educación (Minedu), ha logrado que los índices de comprensión lectora mejoren significativamente, según la última Evaluación Regional de Aprendizajes.

Un impacto que trasciende las aulas
La estrategia no solo involucra a los estudiantes, sino también a sus familias y otros docentes. Los Miércoles Pedagógicos, implementados en 2021 y 2022, se han convertido en un espacio para fomentar la lectura en comunidad. Además, los escolares han creado dramatizaciones, canciones en lenguas originarias, relatos inspirados en sus ancestros y obras de teatro que reflejan su cosmovisión andina.
El proyecto también ha dado lugar a los festivales de lectura “Tinkuy y saberes ancestrales”, donde estudiantes y maestros comparten cuentos y dramatizaciones. Como resultado, el 80 % de las escuelas de la zona cuentan ahora con bibliotecas en castellano y quechua, y muchos hogares han creado sus propios rincones de lectura. Historias que antes solo se transmitían oralmente hoy se escriben y comparten, fortaleciendo el orgullo cultural.
Un futuro prometedor
El éxito de “Quispicanchi lee” ha llevado a su expansión regional en 2025, bajo el nombre “Ayni Educativo: Maestros que siembran y ciudadanos del futuro”, con el apoyo del Minedu, World Vision y Fe y Alegría. La meta es llegar a más de 50,000 escolares en las zonas más remotas de Cusco.
Platero y Pituca no solo transportan libros; llevan esperanza, sabiduría y un mensaje poderoso: la innovación educativa no siempre requiere tecnología. A veces, basta con mirar el entorno, aprovechar la naturaleza y trabajar en comunidad. Como afirma Vilma Apaza, estos compañeros de cuatro patas están demostrando que el aprendizaje puede florecer incluso en los lugares más altos y fríos, sembrando un futuro lleno de historias por contar.
