La tarde de este martes Marvin Ávila Rojas por fin pudo velar los restos de su hermano Jheim, el joven comerciante que viajaba en el asiento del copiloto del auto colectivo que desapareció en el río Mantaro con sus cinco ocupantes el pasado 15 de febrero. El féretro llegó a su casa ubicada en el centro poblado de Huari, en Huancán.
Marvin, fiel devoto de la Vigen de Cocharcas de Sapallanga, está convencido que fue obra de la “virgencita” que el lunes, en un islote del río Mantaro apareciera el cuerpo de su hermano Jheim, en el distrito de Muqui, en Jauja. Un día antes, el domingo, acompañado de su pequeña hija y su pareja, acudió a rezarle a la santa, a rogarle que le devuelva a su hermano.
“Y se cumplió”, dice Marvin. El lunes estaba alistándose para viajar a Huancavelica, a ver los cuerpos que el fin de semana fueron hallados en las aguas represadas del río Mantaro en Tablacaha, pero una llamada lo alertó del hallazgo en Muqui. El cuerpo de Jheim estaba allí, boca abajo, conservaba su cafarena, su pantalón jean, sus medias y una zapatilla de colores en el pie izquierdo.
“A medida que nos contaban los detalles mientras viajábamos hacia el lugar, teníamos la certeza de que era mi hermano”, cuenta. “Sentimos un gran dolor, pero al mismo tiempo casi un alivio porque nuestro hermano estaba de nuevo con nosotros”. Al encontrarlo, terminaron los 18 días de constante búsqueda desde aquel 15 de febrero en que Jheim desapareció.
El cuerpo de Jheim fue el segundo de los cinco ocupantes del auto colectivo devuelto por las aguas del Mantaro. La fe, asegura Marvin, mueve montañas, y en su caso, trajo a su hermano de vuelta.
Jheim no era solo un hermano; era parte de un legado: la institución folclórica Apu Inca Huari Fundadores, con el que la familia Ávila Rojas baila en setiembre de cada año en devoción a la Virgen de Cocharcas en Sapallanga.
“El Apu Inka fue fundado por mi abuelo hace 26 años, es una institución nacida acá en Huari”, dice Marvin con orgullo, mientras la tenue luz de las velas ilumina el féretro de Jheim.