El Huaytapallana revitalizado con la crisis política

"Los feligreses, al buscar al apu tutelar Huaytapallana reafirman el complejo momento que atraviesa el Estado y la representatividad. Un mensaje de lo optativo ante el amedrentamiento, lo cínico, lo hostil y necropolítico del Estado y sus representantes en el Congreso".
Feligreses piden la bendición del apu Huaytapallana
Luis Miguel Ojeda
Luis Miguel Ojeda
Antropólogo y escritor
Share on facebook
Share on whatsapp
Share on twitter
Share on linkedin
Share on email
Share on print

Los primeros cronistas hispanos comentan que la comunicación con los apus o huacas en la sociedad andina era exhaustiva en tiempos críticos del imperio. La gente acorralada por pestes, conflictos interétnicos o hambrunas imploraba a las montañas, lagunas, cavernas o algún monolito de piedra; mecanismos para sobrellevar tales vicisitudes.

Los especialistas religiosos, con amplio conocimiento de predicción climatológico, social y político de su realidad, entablaron comunicación con los apus que mostraban el rumbo a tomar o abstenerse. Mediante libaciones, ofrendas materiales, incluso en silencio, los apus luchaban por prestigio, manifestándose en grandes peregrinaciones a sus santuarios o por, otro lado, el olvido ante una errónea profecía o un silencio prolongado.

Los feligreses de todas partes del valle del Mantaro como del extranjero, al buscar al apu tutelar de Huaytapallana reafirman cuan complejo momento atraviesa el Estado y la representatividad en estos años. Los creyentes, cargados de sus atavíos consistentes en granos de maíz, de vinos, cajas de cerveza, velas y música, buscan el beneplácito en temas cruciales para la subsistencia como: la salud, el trabajo y la economía familiar. Un mensaje de lo optativo ante el amedrentamiento, lo cínico, lo hostil y necropolítico del Estado y sus representantes en el Congreso de la República.

El nevado del Huaytapallana consiguió la primacía del espacio religioso del valle ante otras como el santuario de Warivilca. Podría darse el caso que Warivilca, con la pareja de molles centenarios en su patio actual principal y su fuente de agua que se dirige al río Chanchas se especializaría en predicción oracular relacionada con la complementariedad, al relacionamiento de masculino y femenino. Espléndido para las jugarretas amorosas, la solución de conflictos matrimoniales e incluso el de ampliar la descendencia.

 

“Los feligreses de todas partes, al buscar al apu tutelar del Huaytapallana reafirman el complejo momento que atraviesa el Estado y la representatividad. Un mensaje de lo optativo ante el amedrentamiento, lo cínico, lo hostil y necropolítico del Estado y sus representantes en el Congreso”

 

Por el contrario, el Huaytapallana se muestra como un apu masculino, protector y dador y sumamente conversador. Especializado en el aumento de la propiedad, la mejora de salud física como mental y de un buen auspiciador de trabajo. Su energía radicaría en ser la morada del Huallalo Carhuincho, nombre conocido del apu desde textos tan antiguos como los manuscritos de Huarochirí.

La categoría de ser un apu de buena conversa al Huaytapallana, podría relacionarse a que el nevado se encuentra en la falla geológica del mismo nombre. Espacio de continuo movimiento subterráneo, indiscutible para escuchar la caída de nieve, de rocas, las vibraciones en las lagunas a sus alrededores y hondas formaciones térreas que permiten diferentes sonidos del viento. Lo que es en sí el abecedario comunicativo de los apus.

Quinientos siglos después del encuentro abrupto, la sociedad andina continúa haciendo uso del componente espacial otorgado por los Andes para en conjunto suprimir ansiedad, inseguridad y desazón. El ritual simbólico que alberga lo llevado en sus mantas, las plegarías, el fuego en las velas y la música, muestra la necesidad de una colaboración colectiva y compartida de bienes y servicios para un buen desarrollo y culminación en el agradecimiento o la petición de un favor.

Carl Jung mencionaba que las montañas dan a conocer el símbolo arquetípico de búsqueda ardua y trabajosa por la identidad, que en el aspecto andino implica conocer y reconocernos como grupo, de vivir y saber convivir entre todos. El ritual de escalar el Huaytapallana exige tiempo, fuerza física y sobre todo fe. Nadie con tales exigencias retorna igual. Por ello es descriptivo ver grupos de peregrinos tambalearse macerados en caña, cerveza u otro licor auspicioso mientras guapean al son de los músicos y sus instrumentos. Todos retornando finalmente nuevamente a la ciudad, revestidos de alivio y planeando alternativas para afrontar las constantes crisis.