Como un verdadero aficionado de la serie ‘El Chavo del 8’ le dieron el último adiós a un joven con síndrome de Down, quien falleció a causa de una insuficiencia renal, con solo 23 años de edad. Para brindarle tributo y a petición de la familia, su féretro fue llevado por unos cargadores vestidos de ‘El Chavo’, ‘Quico’, ‘Don Ramón’ y el ‘Profesor Jirafales’, en la ciudad de Huancayo, en la región Junín.
Pese a su inamovilidad, ‘Anghelo’, como era conocido, era muy dinámico y nunca perdió la sonrisa ni su afición por la popular serie mexicana. De hecho, en las actividades del barrio incluso se ponía a bailar danzas tradicionales. “La última vez se vistió de el ‘Chuto’ (personaje de la tunantada) y sus movimientos eran con gracia”, contó unos de sus vecinos. También desarrolló su habilidad en la música, a la que le dedicaba buena parte de su tiempo. Pero por muy ocupado que pueda estar, eso sí, no dejaba de ver a su entrañable personaje de ‘El Chavo’.
“No hay un solo capítulo que se haya perdido; le gustaba mucho y se reía duro”, cuenta a Huanca York Times su tío Nico Aliaga Chalco.
‘Era nuestro ángel’
Los comerciantes del mercado ‘Justicia, Paz y Vida’ de El Tambo, donde su mamá vende comida, cuentan que ‘Anghelo’, desde muy niño conquistó sus corazones. “Era nuestro ángel. Un niño muy dulce”, recuerda Javier Palomino.
En enero le detectaron la insuficiencia renal, y desde entonces ‘Anghelo’ debió soportar los rigurosos tratamientos. Sin embargo, el muchacho nunca perdió la sonrisa ni la afición por el entrañable programa de humor. “Todos sabíamos que le gustaba ‘El Chavo’. Miraba atento la TV. Era su mundo”, comenta otro vecino.
‘Anghelo’ así como amaba a sus personajes favoritos, amaba la vida. “Quería vivir, se aferraba a la vida”, acota Nico Aliaga. Junto a los vecinos decidieron celebrar el entierro de “su ángel” de una manera distinta. Quisieron despedirse de una manera poco convencional y contrataron los servicios de la funeraria ‘San Pedro y San Pablo’ para que se vistan de los personajes de ‘El Chavo del 8’ y lo lleven hasta su última morada al compás de “Qué bonita vecindad”.