“Soy bien varón, pero bailo de dama porque la chonguinada es mofa, así es la verdadera chonguinada; no es mixta. La chonguinada es mofa y por eso bailamos entre varones”, dice Carlos Pichiule, muy seguro de su virilidad a quien se atreva juzgarle por vestirse en mayo como una chonguina hermosa.
Desde hace más de 30 años, Carlos Pichiule acomoda los últimos detalles de su vestuario femenino: se coloca sus llamativos aretes grandes dorados; se asegura que no se caigan. Con sus masculinas manos se coloca su envidiable cabellera negra larga ensortijada; con cuidado y firmeza le ayudan algunos familiares en el ajuste de su morada falda, manto y la platería que engalana su pecho.
No podían faltar en sus regordetas muñecas diferentes modelos de pulseras de plata y también de fantasía. Luce en cada dedo anillos brillantes como el oro. Y sus rudas manos sostienen un delicado pañuelo blanco y una finísima cartera plateada que hace juego con sus zapatos con tacos. Golpea el piso buscando comodidad y seguridad, pues sus pies varoniles talla 41 no están habituados a los zapatos tan femeninamente estrechos.
Y casi casi está listísima. Quien lo ve con su vestuario no lo reconoce como hombre y solo admirará su vestuario y su baile.
Sólo falta el último detalle.
Le gritan: ¡Carlos, apresúrate! ¡Pareces mujer con los arreglos! Carlos sonríe y dice que este año bailará con más orgullo que nunca la chonguinada, declarada Patrimonio Cultural de la Nación en 2022.
Y el último detalle.
Con su voz gruesa cuenta que baila en honor a la Santísima Cruz de Mayo y nos lleva con suaves pasos a la capilla ubicada en las intersección de la avenida Huancavelica con la calle Loreto. Hay dos cruces con el rostro de Cristo, las lanzas y el paño morado de la pasión. Cruz de Samaritana, dice una. Y Cruz de Exaltación, en la otra.
La sociedad de chonguinos y chonguinas de la calle Loreto fue fundada en 1945, y es la única eminentemente masculina. El papel de mujer también lo interpretan varones. “Así es la verdadera chonguinada”, dice Carlos Pichiule. Y así es porque es una mofa a los españoles que llegaron a conquistar el Tahuantinsuyo.
Esta cuadrilla de chonguinada lleva 75 años de historia y sus integrantes van renovándose. El danzante más antiguo de esta cuadrilla tiene 83 años y baila de chonguino; el más joven, 27 años y danza con pasos toscos pero con gracia de chonguina.
Luego de su oración y santiguarse con toda veneración ante las cruces, Carlos Pichiule ya está listo. Se coloca la máscara y como hechizado, o mejor dicho, hechizada, con los primeros mágicos acordes de la orquesta, se ubica junto a su pareja chonguino y se olvida de todo: solo goza y baila. Es el último día de la fiesta en honor a la Santísima Cruz de mayo.