Hace unos días hubo aparente incidente con una artista que se manchó el pantalón con sangre menstrual, televisado a nivel nacional. Después supimos que se trataba de una estrategia de marketing de una conocida marca de toallas higiénicas. Pero el caso ha permitido evidenciar que algo tan natural y normal como la menstruación aún es controversial; todavía es un tabú y genera opiniones ridículas.
Por ahí salió el hashtag #NormalicemosLaRegla, que tiene las mejores intenciones. Debemos normalizar también referirnos a este proceso natural de las mujeres por su nombre: menstruación y no regla, o “andrés”, o decir que “está enferma”, o “esos días”, que son parte de la cultura del oscurantismo de nuestros procesos fisiológicos, vistos como algo desagradable y que ha generado que las mujeres tengan vergüenza de su propio cuerpo y su naturaleza.
Las mujeres menstruamos. La sangre es roja y no ese líquido azul que muestran en comerciales. Genera procesos incómodos; duele, hay cólicos, según cada cuerpo y en muchas ocasiones hacemos como si nada pasara. Niñas y adolescentes deben aprender a tolerar ese malestar en esos días solo para no incomodar a la sociedad, para una sociedad machista, con ausencia en educación sexual, mantenga su estabilidad.
“Niñas y adolescentes aprenden a tolerar el malestar de la menstruación para no incomodar a la sociedad machista, con ausencia en educación sexual”
Es increíble cómo la sangre menstrual, que es natural, puede generar hasta asco en las personas. Es terrible que indigne más que la sangre derramada en un feminicidio. Es inaudito que genere rechazo y que aunado a ello, hombres que no saben ni sabrán jamás qué es menstruar, nos digan cómo debemos gestionarla.
Con este hecho mediático hemos leído y escuchado comentarios de hombres dando instrucciones respecto a cómo prever la atención de la menstruación, qué usar, cómo andar y miles de “consejos” que ejemplifican lo patéticos que suelen ser muchos hombres al creerse dueños de la razón y el conocimiento, aunque se trate de temas de los que evidentemente no conocen nada. Hombres machistas que no pueden hacerse cargo ni del lavado de sus prendas interiores sienten la autoridad para decirle a las mujeres qué hacer con su período menstrual y cómo “cuidarse”.
Este tipo de comportamientos sociales no son hechos banales. Este pensamiento retrógrado, al estar presente en personas que forman parte de la administración del Estado, impacta en las políticas públicas de nuestro país. Por ejemplo, en la ausencia de la impartición de la educación sexual integral, que permitiría que las niñas y adolescentes no tengan vergüenza de menstruar y que los niños y jóvenes entiendan este proceso natural sin asco ni escándalo.
“Es increíble cómo la sangre menstrual, que es natural, puede generar hasta asco en las personas. Es terrible que indigne más que la sangre derramada en un feminicidio”
La falta abordaje con transparencia de la menstruación genera que niñas y mujeres tengan miedo y vergüenza de sus procesos biológicos, no conozcan sobre sus procesos reproductivos, sobre la prevención del embarazo, sobre cuáles son los días fértiles para la procreación y de qué se trata todo este ciclo menstrual, entre otros aspectos que también involucran la sexualidad.
La menstruación es un tema de derechos humanos y cuyo abordaje desde esta perspectiva permite salvaguardar la dignidad de la mujer como sujeta de derechos. Parte del oscurantismo con el que se trata la temática genera también la ausencia de prácticas sociales de asistencia integral a mujeres y niñas que no cuentan con los medios económicos para atender la salud menstrual y acceder a los recursos que se necesitan.
Una toalla higiénica es un privilegio al que no todas las mujeres acceden, peor aún una copa menstrual que implica también el acceso al conocimiento de nuestros cuerpos y la inversión económica que no todas las mujeres tienen de manera inmediata. De igual modo, el acceso a instalaciones sanitarias, baños limpios, agua potable, espacios públicos aparentes, que incluyan las escuelas, para facilitar el tratamiento de quienes menstrúan.
El tratamiento más humano de este tema permitiría contrarrestar la creencia de que las niñas que menstrúan se convierten en mujeres, lo que también sustenta muchos abusos de derechos y prácticas de violencia sexual alrededor del mundo. Un abordaje sin discriminación llevaría a no invisibilizar a los hombres trans y personas no binarias ára el acceso al ejercicio de su derecho a la salud y su propia calidad de vida.
La menstruación es normal. Lo que no es normal es que la sociedad se escandalice por ésta y sus implicancias. Normalicemos la menstruación.