Uno de los grandes problemas de la violencia de género en nuestra sociedad es propiamente la violencia sexual, por diversos motivos; por lo difícil que es para la víctima hablar de los hechos al tratarse de un aspecto sensible y que involucra la mirada aún conservadora de una sociedad que mira distinto a la mujer que abiertamente revela que “no es virgen”, por ser considerada en muchos casos una acción típica de las conductas de los hombres y por ende no ser vista como un acto de crueldad y violencia, por la revictimización que coloca a las víctimas en situaciones de mayor vulneración a sus derechos y afectación a sus autoestimas y propias dignidades, entre otros.
Hablar de violencia sexual no es fácil, cuando de pronto cada uno de los hechos involucrados son vistos con naturalidad, como parte del comportamiento natural de los hombres y los riesgos a los que las mujeres se expusieron, porque es así como suele verse la violencia sexual.
Todas las mujeres conocemos a una mujer víctima de violación sexual, pero oh sorpresa, ninguno de los hombres revela conocer a un hombre violador. ¿Es que acaso los violadores son personajes oscuros y desconocidos o por el contrario se trata un pacto patriarcal que naturaliza la violencia y con ello invisibiliza la misma?
“La deconstrucción es una labor constante y de responsabilidad propia, no solo de las autoridades, sino de cada persona que habita en esta sociedad y que entiende que la violencia mata a las mujeres, que las lesiona, que las daña, que las orilla a tener vidas indignas e infelices”
Mediante un programa en internet sumamente nefasto que bajo el discurso de “humor negro” tiende a generar violencia con expresiones que burlan a las poblaciones vulnerables, sus conductores Ricardo Mendoza y Norka Gaspar y su equipo de producción no tuvieron la más genial idea que burlarse de un acto de violencia sexual cometido hacia una niña en el transporte público. Estos dos sujetos se “burlaron” de una problemática que vulnera de manera recurrente a las niñas en nuestra sociedad que son víctimas de agresiones sexuales en los espacios públicos. Lo peor de todo es que este miserable acto de violencia no es advertido de manera inmediata y existe gente que defiende lo ocurrido bajo el “es broma”.
La deconstrucción es una labor constante y de responsabilidad propia, no solo de las autoridades, sino también de cada persona que habita en esa sociedad y que entiende que la violencia mata a las mujeres, que las lesiona, que las daña, que las orilla a tener vidas indignas e infelices y que depende de la colectividad cambiar las formas de pensar que piensan que un acto de violencia puede incluso ser causal de risas, cuando de por medio hay niñas y mujeres rogando por una vida mejor.
Los medios de prensa tienen el deber de ejercer de manera responsable la labor periodística y de difusión de información. Bajo el rótulo de libertad de expresión no se puede tolerar la incitación a la violencia ni tampoco la burla miserable a un acto de violencia, más aún cuando la víctima es una niña. Las y los comunicadores tienen la responsabilidad de abordar las temáticas de violencia hacia la mujer no solo con respeto y objetividad sino con conducta proactiva que imparta mensajes de sensibilización para la lucha contra la violencia de género. Hacer lo contrario es ser cómplice de cada agresor que destruye vidas amparado en una sociedad machista.
La violencia no es ni será broma, el dolor y sufrimiento de las niñas y mujeres jamás será motivo de risas y carcajadas. Promover esto es realmente repugante. No basta con no incurrir en estos actos, sino tomar postura firme de cuestionarlos.