Alrededor de las siete de la mañana del martes 24 de julio de 1984, don Luis Araujo recibió la noticia de que el alcalde de entonces, Saúl Hildebrando Muñoz Menacho, había sido asesinado cerca de su casa, cuando regresaba de realizar sus acostumbrados ejercicios matutinos por entre las chacras que rodeaban su vivienda, en El Tambo.
Araujo era el secretario general de la municipalidad de Huancayo. Tras enterarse de la noticia, buscó al teniente alcalde Juan Tutuy, quien completó el mandato municipal (1984-1986): A Muñoz, presuntos miembros de un grupo paramilitar, le dispararon siete balazos. Su hija Nilda lo auxilio y lo trasladó al hospital, pero los médicos solo certificaron su fallecimiento.
Muñoz estaba por culminar los primeros siete meses de su gestión como el primer alcalde de izquierda de Huancayo. En las elecciones municipales de noviembre de 1983, su candidatura por la Izquierda Unida se impuso con los votos de los distritos alejados de Huancayo y desplazó al segundo lugar al Apra.
Ya como alcalde, una de sus primeras acciones fue instaurar el programa del Vaso de Leche, que luego, en diciembre de 1984, fue oficializado por un Decreto del gobierno de Fernando Belaúnde, ratificado después por el Congreso.
En la Sesión Solemne que el Consejo Municipal de Huancayo realizó este lunes en memoria de Saúl Muñoz, el secretario general de la CGTP-Junín Raúl Ariste recordó que el exburgomaestre constituyó el Frente de Defensa de los Intereses de Huancayo y lo presidió en su condición de alcalde.
En la década 1960, Muñoz inició su actividad política como dirigente de la Federación de Empleados Bancarios (FEB). En 1967 el Banco de Crédito, donde trabajaba, lo despidió. Tras ese hecho, inició su actividad empresarial e incursionó en la panificación, con la panadería Imperial, en la calle Real, en el centro de Huancayo, a unos pasos de la Plaza de la Constitución.
Quienes lo conocieron resaltan su “extremada honestidad” y su humanidad de ayudar a los más necesitados, al punto que prefería recibir en la municipalidad a personas de las zonas alejadas. “Que pasen mis jalachaquis”, decía.
Han pasado 39 años de su asesinato y su muerte sigue impune. La principal hipótesis es que fue ejecutado por un grupo paramilitar, pero en julio del 2009, el Poder Judicial le respondió a una de las hijas de Muñoz que el expediente se ha perdido.
