Desde la izquierda se busca eliminar las diversas formas de abuso y subordinación en las relaciones sociales. Por ende, no es casual que en estos espacios políticos se hayan incluido los análisis respecto a la histórica subordinación que existe en las relaciones de género, en donde las mujeres, y todo lo vinculado a la femineidad, están en desventaja. Es real la subordinación de hombres a mujeres en la historia de la humanidad.
En diferentes realidades democráticas de otros Estados, son en estos espacios progresistas aquellos en donde las mujeres han tenido mayores posibilidades de participación política de cara a poner en la palestra las temáticas propias y las acciones sociales y estatales pertinentes para mitigar la violencia y promover un mayor reconocimiento de derechos.
Bien decía Flora Tristán: “hay alguien todavía más oprimido que el obrero, la mujer del obrero”. En efecto, el sometimiento de las mujeres, que ocurre en espacios de la familia, es real y para mantenerlo se ejerce la violencia, como expresión de poder para tener esa acción “correctiva” y “domesticar” a las mujeres a que cumplan el rol que el patriarcado le tiene asignado.
La discriminación estructural hacia las mujeres se pone en manifiesto no solo en los espacios públicos, sino, precisamente, empieza a manifestarse en los espacios del hogar, en los primeros espacios de interacción social y es por ello que hasta la actualidad tenemos una tan elevada tasa de violencia doméstica, que en su mayoría tiene a los hombres como los principales victimarios.
Tal es así que Federic Engels decía: “la familia individual moderna se funda en la esclavitud doméstica, franca o más o menos disimulada, de la mujer (…) En la familia, el hombre es el burgués y la mujer representa al proletario…”. En tal sentido, la representación de la sociedad capitalista que crítica la izquierda se encuentra plasmada en la familia patriarcal, en donde la mujer es la clase obrera que vive en condición de explotación y sometimiento. Si analizamos, a la sociedad capitalista le conviene tener en condición de subordinación y explotación a las mujeres, quienes además cumplirán un trabajo doméstico no remunerado que constituye una plusvalía que contribuye significativamente a la economía y que no es reconocida.
Bajo la consigna del amor se disfraza una fuerza laboral invisibilizada. Cabe recordar que conforme a estudios económicos del INEI el trabajo doméstico no remunerado de las mujeres peruanas constituiría entre el 17,0% y el 24,4% del producto bruto interno (PBI) en el Perú, dependiendo de las metodologías utilizadas. No cuestionar esto desde una postura política partidaria de izquierda es totalmente contradictorio.
Pero aunado a ello, sabemos que desde una política de izquierda congruente con la filosofía de Karl Marx se identifica a la religión como opio del pueblo, por ende, en un actuar político acorde a dichos fundamentos filosóficos resulta impensable que dogmas religiosos formen parte de las decisiones políticas de partidos que comulgan con el marxismo, aquellos como familia natural acorde al mandato de Dios, mujeres al servicio de sus parejas según mandato divino, entre otros. Cosa que vemos no ocurre ahora con el partido del lápiz cuyos discursos no se disocian mucho de los sermones bíblicos pastorales de grupos antiderechos.
¿Perú Libre, de izquierda?
Ahora bien, dicho esto, ¿es Perú Libre un partido político de izquierda? O es por el contrario una agrupación política (que además de contar con amplios cuestionamientos de corrupción) en sus bases y doctrinas se rige más bien por el conservadurismo y guarda sintonía con la derecha fascista más reaccionaria.
La postura que han emprendido en contra de las mujeres, como población históricamente oprimida, pone en evidencia que de izquierda no tienen absolutamente nada, porque es más bien la misoginia, el machismo y la discriminación sus motores de acción.
Ya nos han demostrado su desdén por la valoración de la vida al blindar a Manuel Merino acusado de ser responsable de los asesinatos de Inti y Bryan, jóvenes que hacían ejercicio de su derecho a la protesta, también se han mostrado a favor de las prácticas mercantilistas dañinas que perjudican la educación superior de calidad, votando en contra de la reforma universitaria y ahora demuestran una acción organizada para ir en contra de las mujeres y los alcances logrados en materia de derechos humanos y peor aun usando también en sus argumentos ideas conservadoras propias de grupos religiosos fundamentalistas y que se contraponen rotundamente a fundamentos políticos de las bases doctrinarias de la izquierda.
Por ese motivo, cuando cuestionemos todo este actuar deplorable del partido Perú Libre, lo hagamos categorizándolos como corresponde, como un partido hipócrita, de derecha conservadora que venera las alianzas con la mafialidad.