Escribe: Amire Ortiz [abogada feminista]
En estos días la sociedad peruana se ha visto sumamente conmovida por la agresión de la cual fue víctima una niña de tres años por parte de una persona en estado de indigencia, quien le arrojó un ladrillo en la cabeza y la dejó gravemente herida. El agresor, además presenta síntomas de enfermedades vinculadas a su salud mental.
Sobre esto compartir algunas reflexiones que se desprenden del caso.
En primer lugar, vemos las condiciones en las que esta niña estaba expuesta en las calles mientras su mamá trabajaba en el comercio ambulatorio, lo cual es una clara evidencia de la necesidad de implementar un sistema nacional de cuidados que entienda que el cuidado de las infancias es una responsabilidad colectiva. La crianza es una labor históricamente asignada únicamente a las mujeres y aunado a ello existe la gran problemática de paternidades ausentes, por ende, son las madres las que tienen que lidiar con la precariedad, las condiciones laborales paupérrimas y además de ello la labor de cuidado y crianza de las y los hijos. Es necesario pensar que todas y todos los niños merecen condiciones de vida mínimas sin importar la condición social o económica.
“Es necesario implementar un sistema nacional de cuidados, que entienda que el cuidado de las infancias es una responsabilidad colectiva”
Asimismo, es de cuestionar con total contundencia el maltrato que la madre recibió en el hospital Almenara, quienes incumpliendo el mandato normativo que exige que toda entidad médica atienda de manera inmediata una emergencia, no aceptó a la niña porque primero le mencionó los pagos que debía hacer, poniendo en riesgo la propia vida de la menor. Por ello la madre tuvo que a correr al hospital de emergencias pediátricas que felizmente estaba al frente. Lo correcto hubiera sido la atención inmediata y posterior a ello, en función de los temas administrativos implicados, trasladarla al establecimiento correspondiente, pero no sin antes atenderla considerando que cada minuto cuenta en un evento médico como el ocurrido.
Por otro lado, está la naturalización de la presencia de indigentes en nuestro andar. Todos y todas en algún momento de nuestras vidas nos hemos cruzado con alguna persona que vive en las calles y que puede ser agresiva o no, pero que lo percibimos como algo normal de nuestra realidad. Y no. No es normal. No es normal que su presencia sea cotidiana en nuestra sociedad y tampoco que más allá de darle una propina no seamos capaces de exigir una atención inmediata al respecto.
La indigencia es también un indicador de cómo vamos en desarrollo social. El problema se agudiza cuando se encuentran en total estado de abandono personas con graves alteraciones mentales. Este es un problema de vulneración de los derechos fundamentales de la persona que deben ser garantizados por el Estado también un problema colectivo, que puede causar eventos como la niña víctima indefensa, cuando hay psicopatías que desencadenan comportamientos agresivos.
“La indigencia es también un indicador de cómo vamos en desarrollo social. El problema se agudiza cuando se encuentran en total estado de abandono personas con graves alteraciones mentales”
El sujeto no puede ser detenido como cualquier otro criminal, pues se trataría de alguien con trastornos psiquiátricos y por ende es inimputable. Sin embargo, este caso nos increpa nuevamente a visibilizar la ausencia del Estado en la implementación de políticas integrales en salud mental que debería ser una prioridad, sobre todo para aquellos pacientes que se encuentran en estado de abandono y significan un problema que debemos asumir de manera colectiva.
Nuestra postura ciudadana debe ser vigilante y no indiferente, y cada suceso debe ser visto desde todas las aristas para que a su vez cumplamos ese rol participativo de exigir a nuestras autoridades que cumplan con aquello que les corresponde.